Se acerca un nuevo comienzo de clases y eso sin duda genera sentimientos encontrados. Por un lado las ganas de volver a las rutinas y que los chicos tengan horarios y ritmos pre-establecidos y por otro lado la pena por la pérdida de esos momentos más laxos y distendidos que nos regalan las vacaciones.

Pero eso no es ni más ni menos que lo que nos depara la vida misma en cada ocasión: no existe la felicidad total y absoluta en forma permanente, sino el devenir de momentos más o menos placenteros que tienen sentido en la medida que pueden ser contrastados con sus opuestos: ¿Cómo podríamos alegrarnos ante la llegada de las vacaciones si estas fueran eternas? ¿Cómo podríamos deslumbrarnos con las primeras palabras de nuestros hijos si estos dijeran frases célebres a cada instante?

Como dice el Psic. Alejandro de Barbieri en su recientemente editado libro Economía y Felicidad: "…felicidad y sufrimiento van de la mano; no se puede hablar de felicidad sin hablar de sufrimiento al mismo tiempo, son dos caras de la misma moneda. En cada meta que nos trazamos…nos acompañan pérdidas, esfuerzos, dolores, conflictos. El sufrir acompaña el camino, como el día a la noche; son binomios que están siempre juntos. Borges decía que se puede ir del infierno al paraíso en el mismo día."  

Esto mismo les sucede a nuestros hijos por estos días. Tengan la edad que tengan, la llegada del primer día de clase provoca esa ambivalencia entre el querer dar nuevos pasos hacia la  independencia y el temor a alejarse del cobijo seguro de la familia. Acompañarlos sabiendo que evitarles toda frustración no sólo es imposible sino inadecuado para su desarrollo es lo que nos deparan las próximas semanas a todos los padres. ¡Buen comienzo para todos!

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