Es común que los hermanos se peleen, los niños compiten todo el tiempo por la atención y cariño de sus padres. Esto no se suele dar de forma eventual, sino que de forma permanente.

Por ejemplo, a veces pueden tener comportamientos muy violentos que no los tienen con compañeros de la escuela. Es muy común escuchar que patean, empujan, pegan o rompen cosas del otro.

Las peleas pueden ser “esporádicas”, y con el tiempo y maduración ir siendo menos frecuentes, o “frecuentes”, es decir, se dan a menudo pero sin pasar a mayores, o “permanentes”, y que prácticamente sea la única forma que tienen de vincularse. Pero también hay hermanos que prácticamente no se pelean nunca.

¿Qué sucede con esto a medida que van creciendo?
Algunos resuelven sus problemas y llegan a ser grandes hermanos y amigos, otros siguen en ese modo “rival” toda su vida (pero al ser adultos disimulan mejor), y otros se desvinculan por completo de su/s hermano/s.

¿De qué depende esto?
No depende tanto de si se peleaban mucho o poco, sino más bien del manejo que hayan tenido sus padres en estas situaciones y del compromiso afectivo que hayan podido cultivar entre ellos más allá de las peleas. Es común escuchar que hermanos que se pelean entre ellos, ante los demás se defienden “a muerte”. O sea, en estos casos prima un sentimiento más fuerte que la competitividad.

No hay que perder de vista que la forma de vincularse también va a estar influida por la forma de vincularse de los padres. Si se crece en un hogar con violencia, esos niños pueden comportarse de igual forma por imitación. Hay que recordar que el “comportamiento imitativo” es una de las formas de aprendizaje que queda grabado.

Otro factor a tener en cuenta es que muchas veces esas peleas son llamados de atención. Por ejemplo, si un niño empieza a pelear más de lo frecuente, hay que buscar si hay alguna causa de fondo como la tristeza o, incluso, la depresión. Hay que observar si en la familia o la escuela puede estar viviendo alguna situación que lo esté afectando. Puede volcar su frustración y/o dolor en esas peleas.

¿Qué es lo que deben hacer los padres cuando sus hijos se pelean? Consejos:

  • Observar si cada vez se dan más peleas, para tratar de detectar si hay algún problema.
  • Si son peleas que se dan frecuentemente, pueden tener dos actitudes (dependiendo de las edades y la gravedad de las peleas): por un lado, no prestar atención (cuando es por algo que no tiene sentido es mejor no reforzar), por otro lado, brindar herramientas para resolver conflictos. La segunda opción es una buena alternativa, ya que sirve como ensayo para futuras situaciones sociales. Cuando se les enseña estrategias, es bueno poner ejemplos de situaciones similares y ayudar a encontrar la solución de forma asertiva. Luego, tratar de que lo apliquen en sus propios conflictos. Enseñar a negociar y tratar de no tomar partido en los problemas, lo mejor es que lo resuelvan entre ellos. 
  • Mirar que la víctima no sea siempre el mismo.
  • Observar si después de la pelea hay una fácil reconciliación entre ellos.
  • No siempre hay que darle tanta trascendencia a las peleas. Lo que sí es importante es que no se pierda el respeto, que no sean más que simples incidentes verbales, como discusiones o situaciones menores. Tiene que quedar claro que los padres no permiten peleas violentas en donde pueden lastimarse.
  • Recordar que los padres son los transmisores de los límites, de la tolerancia y del respeto. Si hay comunicación entre ellos, y a su vez entre ellos y los hijos, no va a haber dificultad a la hora de resolver este tipo de enfrentamientos.
  • Los padres no deben perder la calma para no transmitir un mensaje ambiguo o contradictorio. Si les dicen que no es buena la violencia de ningún tipo y les gritan cuando se portan mal, entonces no están siendo coherentes entre lo que dicen y lo que hacen.
  • Darse cuenta que los están preparando para manejar sus problemas con el afuera también. Y que no van a estar presentes en esas ocasiones, por eso ellos tienen que adueñarse de estrategias de diálogo y negociación frente a los conflictos.
  • Tratar también de que se acompañen en actividades placenteras, para reforzar los vínculos y responsabilidades.

Con paciencia y tolerancia se llega a buen puerto en la educación de los hijos. Hay que transmitir en forma adecuada lo que se quiere inculcar para sus vidas. Si les pueden inculcar las herramientas adecuadas, es probable que salgan airosos.

Por Ps. Silvia Cardozo
Terapeuta Cognitivo Conductual
ensil@adinet.com.uy

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