Siempre hay miembros con diferentes opiniones, formas de ser y actuar. Cuando se adquiera la capacidad de resolver conflictos, se harán menos frecuentes.

1) El tener opiniones diferentes sobre las mismas cosas no nos hace enemigos. El aprender a negociar esas diferencias teniendo en cuenta ambas partes es una de las formas de terminar con un conflicto.

2) Pensar antes de discutir si vale la pena generar una discusión por el tema que esté en cuestión. Muchas veces son pavadas que más vale dejarlas pasar.

3) ¿Hay una sola forma de ver las cosas y por ende una sola razón? Sin duda que no, las mismas cosas se pueden ver desde distintos puntos de vista y cada uno tener su razón, según como lo vea. Por lo tanto, no se trata de tener la razón, sino de saber llegar a acuerdos. La mayoría de las veces, una de las partes trata de hacer entender al otro que está equivocado y solo es válido su punto de vista. Esto es un error, cada uno puede tener un punto de vista diferente y ser igualmente válido. Lo importante es encontrar acercamientos en esas diferencias y poder arreglar el tema en cuestión.

4) Es necesario acotar el tema a resolver, definirlo lo más claramente posible. Si se saca una lista de reproches de conductas anteriores, nunca se va a poder resolver el actual. Se debe definir el tema de discusión y no salirse de él.

5) Nunca referirse a la otra persona haciendo un juicio global sobre ella, sino hacer referencia siempre a su conducta. No debemos decir, por ejemplo, “Siempre sos antipático con mis amistades”, sino referirse a la conducta concreta que molesta. Por ejemplo: “Me gustaría que cuando vengan mis amistades las saludaras”.

6) Muchas veces las discusiones familiares traen detrás un tema de poder. No hay que ganar una discusión por el simple hecho de sentirse triunfador frente a la otra persona. Recordar que muchas veces se “gana” perdiendo.

7) Nunca levantar el tono de voz, porque eso genera que la otra persona se ponga a la defensiva y que no escuche lo que se quiere transmitir.

8) Entender que no es necesario llegar siempre a un acuerdo la primera vez que se discute un punto en particular, pero sí que se dio un paso hacia la solución al haberlo hablado. Hay temas que merecen más de una charla para entender cuál puede ser la mejor solución.

9) Dejar de lado el orgullo cuando se cometen errores y poder aceptar la parte de culpa que pueda corresponderle a cada uno.

10) Pensar en forma global y no particular para esa situación puntual que surja y, a partir de esto, buscar soluciones duraderas para no tener que volver a discutir por el mismo tema.

11) Hacer una lista de posibles soluciones entre las personas involucradas y sopesar pro y contra de cada una. A partir de allí ensayar las mejores soluciones.

12) Ser conscientes de que las relaciones humanas siempre tienen enfrentamientos, y tratar de ejercitar la tolerancia frente a la diferencia. Ser conscientes de que no es un tema de una familia en particular el que surjan problemas, sino que es un tema frecuente de todas las familias. Que al poner un poco de cada uno, se llega a soluciones, porque en definitiva están del mismo lado.

Los lazos familiares siempre tienen una historia detrás. Y la historia se va tejiendo día a día. Las generaciones van marcando con su enseñanza y muchas veces se repiten conductas generación tras generación. Lo más importante es adquirir las herramientas y técnicas necesarias para poder extinguir aquellas conductas que no nos están resultando positivas en nuestra vida y sustituirlas por otras más adaptativas que nos generen mayor bienestar.

Por Ps. Silvia Cardozo
Terapeuta Cognitivo Conductual

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