La llegada de un niño no es únicamente un acontecimiento biológico, si bien éste es indispensable (a excepción de los casos de adopción), también nuestros roles como padre y madre van a ser moldeados por varios aspectos…
El nacimiento del primer hijo es un nacimiento múltiple, ya que trae aparejado el nacimiento del ser madre y el ser padre, junto con el nacimiento de una familia. Ser madre y ser padre son funciones que empiezan a desplegarse con la llegada del primogénito, pero que se aprenden con la experiencia en el transcurso de la vida.
Ser padres es, como vemos, una función que se construye con la experiencia, pero donde también las historias personales, los modelos familiares, y expectativas culturales van a ir moldeando esta nueva función que se está construyendo: la parentalidad.
Nuestra identidad de padres se configura a través de una síntesis de los múltiples modelos incorporados, y en la interacción con nuestro hijo, a la que imprimimos un sello personal que nos hace únicos.
Por lo tanto, ingresar en la categoría “familia” es mucho más que la suma de un miembro, es la emergencia de una nueva estructura que supone un ordenamiento diferente con cambios numerosos, drásticos y esenciales.
La llegada de un hijo abre un nuevo mundo que puede desencadenar sentimientos iniciales de confusión, paralización, desorganización, y también entusiasmo, exaltación, empuje y energía creadora.
Comienzan a surgir satisfacciones, frustraciones y sentimientos inéditos vinculados a las nuevas funciones de madre y padre, así como nuevos papeles que entran en acción con la aparición de lazos de parentesco hasta ahora inexistentes, tales como abuelos, abuelas, tíos, etc.
El acceso a la parentalidad, es el ejemplo mismo de una crisis, que como la pubertad o la menopausia, implica cambios, a la vez endocrinos, corporales, relacionales,sociales e intrapsíquicos. Se producen cambios tanto en la pareja (“ya no somos solo nosotros dos…” ), como para cada uno de los integrantes. Se trata de una crisis de identidad (“convertirme en una mamá, o en un papá”), y como tal, conlleva conflictos, duelos, regresión y la angustia ante lo desconocido. Se vive una especie desorganización y una búsqueda de futuras reorganizaciones, en una clima de mucha vulnerabilidad.
Para finalizar, me parece importante recordar, las potencialidades saludables de las crisis, en tanto pueden ser momento de nuevas oportunidades, que nos puede llevar a un nuevo nivel de organización y de equilibrio…