Es una etapa inevitable de todos quienes somos padres. En algún momento de la vida, esos pequeños niños que tanto cuidamos y luego adolescentes que tanto quisimos encaminar, se van a ir de nuestro lado para independizarse y seguir su vida.
A veces formando otra familia o también viviendo solos o con amistades, pero dejando ya de estar bajo “nuestra ala” de protección permanente como hasta ese momento.
Que sucede con algunos padres? Muchas veces aparecen sentimientos de tristeza, soledad, vacío, ansiedad, melancolía, irritabilidad. Esta de la mano del duelo que están transitando por esta etapa.
A veces el tiempo alcanza para ir mitigando estos sentimientos y recuperando nuevamente el bienestar y otras veces va empeorando o no cesa este estado y se debe acudir a ayuda profesional para superarlo.
De qué depende esto?
1º) Que el vínculo con los hijos sea positivo. Si fue un buen vínculo el que se mantuvo hasta ese momento, entonces se puede aceptar como el logro de haber hecho las cosas bien para que ese hijo haya madurado en forma sana y pueda independizarse de sus padres como es esperable y sano.
Se ven muchos padres que crían a sus hijos muy dependientes emocionalmente y no se van nunca de su casa, o se van muy tardíamente. O el proceso de separación se hace muy doloroso para todos. Esto no es saludable para nadie porque tanto padres como hijos sienten frustración y ambivalencia respecto a separarse.
Hay que aceptar que es una etapa de pérdidas pero sin duda también de ganancias.
Si el motivo que los lleva a irse de su casa es formar un nuevo hogar, a algunos padres les cuesta asumir que ya no tienen poder de decisión sobre ellos y que asumieron formar una nueva familia a la cual se deben y tienen que priorizar. Pero es parte de lo esperable y tiene que primar el sentimiento del deber cumplido, de darse cuenta que los hijos no son de uno, y que está en cada familia el poder sumar en la vida aceptando ese nuevo vínculo que los hijos eligen y no compitiendo con él como muchas veces se ve. Sumar la pareja de su hijo/a al vínculo familiar desde el respeto y aceptación, y así ampliar los lazos.
Cuando los padres no aceptan esa situación es cuando vemos que entran en competencia con las parejas de sus hijos descalificándolas o tratando de tomar decisiones que son de la pareja y no de ellos. En definitiva tratando de mantener su influencia parental sobre los hijos. En general suele terminar muy mal para todos los involucrados, porque los padres terminan por perder lo que tanto temían, ese vínculo con los hijos ya que estos eligen a su pareja, y de esta forma alejan tanto al hijo como a la pareja y por ende futuros nietos , etc.
Es un verdadero fracaso en la culminación de esta etapa, que en caso de resolverse bien debería transitarse en forma exitosa para todos. Sumando y no restando en afectos. Llevarse bien con la persona que los hijos eligen y no sentir que le quitan nada. Pudiendo compartir afectos.
Lo mismo si los hijos deciden ir a vivir con amistades por temas de practicidad, muchas veces vienen del interior a Montevideo para estudiar y viven con otras personas de su edad, y los padres en estos casos lo ven mas natural pero no dejan de querer controlar todo el tiempo lo que hacen o dejan de hacer. También la mayoría de las veces hay dependencia económica que esos padres algunas veces hacen pesar para la toma de decisiones de los hijos, sintiendo que asi siguen controlando sus vidas. Hay que ser conscientes que a veces nuestros sentimientos nos traicionan en relación a lo que es bueno para ellos. Debemos criar seres independientes, con herramientas para manejarse sin necesidad de nosotros.
Recuerdo un caso de una madre que envió a su hijo de 22 años a consulta, y después de verlo varias sesiones, era claro que el problema no lo tenía el joven sino su madre que no podía dejarlo crecer sanamente e independizarse. En algunos casos hay que tomar conciencia de que podemos estar equivocándonos en nuestro parecer , y está bien escuchar otras opiniones.
Otro factor que incide:
2) Que los padres no hayan basado su vida solo en torno a los hijos, y hayan podido cultivar la relación de pareja, amistades, intereses y actividades recreativas propias, etc.
Esto ayuda a mitigar el sentimiento de soledad y también compartir con otras personas y ocupaciones el tiempo que antes dedicaban a sus hijos.
Cuando las personas basan su vida en los hijos solamente, esta etapa se hace muy difícil porque sienten que pierden lo único importante de su vida. Era a lo que se dedicaban, a criarlos y nada más. Su vida pasa a quedar sin sentido cuando se van.
Además se genera una brecha importante en la pareja, que solo se concebían como padres y ya habían dejado de ser pareja, y es muy difícil reencontrarse luego de tanto tiempo para subsanar esta distancia. No hay que olvidar que esa persona es la que elegimos para el resto de nuestra vida, los hijos crecen y se van.
Esta dependencia con los hijos también genera un sentimiento de culpa en ellos, porque sienten que abandonan sus progenitores, como si no fuera algo natural de la vida. Ese vínculo de dependencia se siente para ambos lados y les influye incluso en su nueva vida. Son esos hijos que aunque se hayan casado no pueden dejar de estar pendientes todo el tiempo de sus padres, porque se sienten responsables de ellos, pero no de una forma sana, sino de una forma culposa. Tienen que seguir consultando decisiones que deberían hacerlo con su pareja, etc. Esto trae a la larga problemas de pareja y también entre padres e hijos porque siempre esa dependencia termina generando hostilidad.
Por eso ayuda mucho que los padres hayan podido nivelar y equilibrar sus vidas entre criar sus hijos y seguir con su vida propia e intereses por fuera de los hijos. También le están trasmitiendo a sus hijos que tienen vida más allá de ellos y no tienen los hijos que ocuparse ahora de los padres, sino dedicarse a su propia vida. Eso es parte de un vínculo sano que no se logra de un día para el otro sino que se hace a lo largo de toda la vida hasta llegado ese momento.
La independencia de los hijos es un proceso gradual, de menor a mayor.
Ya se van independizando de nosotros desde muy niños cuando no nos necesitan para determinadas tareas porque puede hacerlo solos, y así sucesivamente y en forma progresiva hasta que son adolescentes y llegan a la juventud. Cuando los padres tienen esa tendencia a alargar las etapas, es cuando empieza a dificultarse la independencia en forma natural.
Por ejemplo cuando pueden comer por si solos o vestirse y los padres insisten en hacerlo ellos, o luego cuando pueden realizar actividades sin ellos (ir de campamento con el colegio, ir a casa de amigos a quedarse, etc), y los padres por temor no los dejan, es parte de no querer aceptar ese proceso de independencia y crecimiento de sus hijos.
Luego en la adolescencia esto se complica mas, porque tienen que verse con la rebeldía, con la desidealización y cuestionamientos que hacen los hijos de los padres y no saben como lidiar con esto. Deben saber que es parte del proceso natural de despegue de ese adolescente, que lo necesita para superar esta etapa donde dejan de ser niños para transitar a la adultez posteriormente. Necesitan ir formando sus propias ideas, seguramente distintas y hasta contradictorias a veces, pero que es parte de ir creciendo.
Lo mismo con la priorización del grupo de pares: se pasan todo el tiempo con amistades de su edad porque necesitan identificarse con grupos , pero que luego todo esto pasa y si se realizó en forma exitosa, va a desembocar en una relación mas adulta con los padres , donde el afecto no se pierde , sino que lo que cambia es la forma de vincularse y la dependencia .
Los padres en la adolescencia no tienen que perder de vista que es gradual y progresiva, que los límites que se ponen a las 13 no pueden seguir siendo los mismos que a los 16 ni a los 18. Que deben ir adaptándose a las capacidades de sus hijos e ir “soltándolos” gradualmente. A veces se comete el error de tomar toda la adolescencia como igual, marcando siempre las mismas normas y esto entorpece el proceso.
Por ej: Si a los 13 años no se lo dejaba salir de noche, eso ya no puede pasar a los 16. Y si a los 16 se lo iba a buscar a todos lados cuando salía, eso ya no puede pasar a los 18 y asi sucesivamente.
Las responsabilidades que deben asumir también deben ser progresivas, asi como lo fueron los permisos.
Y luego viene la etapa de la juventud, donde la independencia es mayor y no nos necesitan tanto, sobre todo emocionalmente como en etapas anteriores. Esto no quiere decir que los hijos no quieran a sus padres, (que es el error frecuente que sienten éstos cuando no se sienten necesitados). Es simplemente una maduración propia del proceso de independencia que hace que no estén pendientes de ellos, porque necesitan abocarse a su propia vida.
Por eso ya desde la decisión de tener un hijo, tiene que hacerse de forma generosa, no esperando otra recompensa el día de mañana que no sea verlos crecer y realizarse felices como personas independientes en su vida.
Si los padres tienen claro eso desde un principio, van a poder transitar mejor ese “despegue” de los hijos cuando llegue el momento.
Lo van a sentir como parte del proceso natural , del cual ellos ayudaron en forma positiva, y van a ganar en un vínculo diferente con los hijos, más maduro, más de igualdad y por ende mas feliz para todos..
Por: Ps. Silvia Cardozo – Terapeuta Cognitivo Conductual
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