Una de las aspiraciones más importantes de los padres es la de preparar a sus hijos para ser felices. Este concepto tan abstracto se traduce habitualmente en desarrollar al máximo su inteligencia para prepararlos para el futuro, para que tengan éxito cuando sean adultos. Estas parecen ser algunas de las preocupaciones mas frecuentes a la hora de pensar en la educación de los hijos.
Recurrimos muchas veces a manuales de estimulación, inscribimos a nuestros hijos en todos aquellos lugares que lo capaciten y lo ayuden al logro de este fin (la estimulación del desarrollo), y sin embargo no siempre cuidamos las necesidades del niño y lo acompañamos en el disfrute de la etapa de la vida que están viviendo.
Hemos confundido estimulación con sobre-estimulación, trayendo aparejado con ello mas que un beneficio, un riesgo. Hoy se está empezando a hablar de "niños agendas", caracterizados por jornadas con múltiples actividades donde el tiempo de juego y esparcimiento en que el niño pueda disfrutar espontáneamente, prácticamente han desaparecido. Les hiper exigimos y desatendemos sus necesidades afectivas.
Siempre que esperamos o exigimos de un niño algo que no está acorde con su madurez fisiológica y afectiva estamos generando en el niño un sufrimiento difícil de procesar que pondrá en cuestión no solo su capacidad de aprendizaje sino también su autoestima. No olvidemos que la autoestima como la capacidad de auto valorarse y enorgullecerse por los logros alcanzados está en la base del sentimiento de "seguridad personal" que permiten al niño moverse con una autonomía cada vez mayor y le posibilitaran en ultima instancia desenvolverse como adulto en un mundo cada vez mas exigente.
Como padres no debemos olvidar que el desarrollo intelectual está íntimamente relacionado con la afectividad, y que siempre que las necesidades afectivas estén sin cubrir podrá comprometerse no solo el rendimiento intelectual, sino la personalidad toda.
Pese a que el estrés un tema muy presente en nuestros tiempos, podríamos pensar que los niños son ajenos a esta experiencia, sin embargo han aparecido en estos últimos tiempos pruebas que demuestran lo contrario.
Las consultas por estrés y angustia en los niños han aumentado en forma sorprendente, aunque este no sea reconocido como tal por los padres, ya que aparece a nivel de la consulta pediátrica como quejas a nivel corporal sin una causa orgánica (dolor de barriga, dolor de cabeza, dolor en las piernas). Estas son producidas por una somatización, una depositación en el cuerpo de aquel exceso de excitación o exigencia que no puede ser procesado.
Al mismo tiempo que les exigimos nos sobre exigimos para ser "buenos padres" y por querer alcanzar un ideal demasiado elevado nos perdemos de "ser padres". Hay que darle todo y para darle "todo" no se puede estar. Para cubrir las exigencias laborales en coordinación con la cargada agenda del niño hemos quedado sin tiempo para sentarnos a comer juntos o mirarnos jugar.
Como padres sentimos una gran responsabilidad por esa vida que trajimos al mundo y está bien que así sea, sin embargo las exigencias del mundo actual han hecho que muchas veces nos sobre exijamos y les sobre exijamos a ellos generando un monto de estrés que se vuelve altamente contraproducente.
Hemos olvidado que la infancia es una etapa en si misma y no una preparación para….