Hoy en día escuchamos que las parejas ya no tienen la misma tolerancia que antes frente a sus diferencias. Que apenas empiezan los problemas de convivencia ya deciden dejar de apostar.
Hoy en día escuchamos que las parejas ya no tienen la misma tolerancia que antes frente a sus diferencias. Que apenas empiezan los problemas de convivencia ya deciden dejar de apostar por esa opción y romper el compromiso asumido sin pensarlo demasiado. Vemos matrimonios que duran muy poco, convivencias que no pasan de pocos meses, y cada vez más, resistencia en muchas personas a vivir con otro. Se opta incluso muchas veces por parejas con “cama afuera” para no hacer el esfuerzo que implica compartir la vida con otra persona.
Siempre planteo que todas las opciones son válidas, el tema es que a veces las personas se quejan de que quieren dar ese paso pero no encuentran alguien adecuado como para jugarse. ¿Por qué sucede esto? Hay varios factores involucrados:
Uno de ellos es que cuando las personas perciben más posibilidades en “el afuera” se ponen más exigentes a la hora de tratar de mantener o recomponer su pareja. Les resulta más fácil pensar en probar con otra persona que tomarse el trabajo de intentar hacer funcionar la relación en que está. Es parte de la cultura que se genera con las cosas y que ahora se extiende a las personas: “uso y tiro, descarto lo que no me sirve”. Antes cuando se rompían los electrodomésticos los arreglábamos, ahora los cambiamos. Los muebles lo mismo: duraban toda la vida. E incluso la ropa. Todo tenía larga duración. Ahora todo tiene fecha de vencimiento. Hoy la cultura de “Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo”, se extiende también a las conquistas amorosas.
Este cambio en las posibilidades está dado por dos factores importantes. Uno es el cambio en el rol de la mujer, que es más independiente, trabaja fuera de la casa y, por lo tanto, no está tan dispuesta a apostar a una relación que no la colme. Y el otro factor es la real posibilidad para ambos sexos de conocer más gente a través del trabajo y otros lugares que frecuenta, y por supuesto todo lo que se amplió por intermedio de las redes sociales, chats, etc. Y en ese proceso es muy difícil apostar por quien se tiene a mano, cuando hay tantas chances latentes por ahí.
Todo esto sumado a que muchas veces se dan problemas económicos o de otra índole que llevan a que las discusiones surjan con mayor frecuencia y los problemas se empiecen a ver como “incompatibilidades insuperables” en la pareja. En otro momento se veían como crisis o como problemas a solucionar. Hoy se es más drástico.
Esto hace que no tengamos la misma paciencia ni tolerancia frente a los problemas que surgen. No tratamos de solucionarlos, abandonamos el barco. La capacidad de resolver problemas es algo que las parejas deben desarrollar para poder convivir, pero esto no quiere decir que no vayan a tener problemas.
Una paciente hace poco me dijo que era la primera psicóloga que le planteaba que tratara de solucionar los problemas que tenía con su pareja de casada de más de 30 años, que otras le decían que se divorciara. Que yo soy “pro pareja”. En verdad no me defino como “pro pareja”, depende cada situación. En este caso el razonamiento es que si una relación funcionó durante tanto tiempo es probable que sea más sencillo de arreglar las diferencias que pensar en probar compatibilidades con personas que no se conocen en lo más mínimo. Partiendo de la base de que ambos se quieren y están dispuestos a tratar de buscar la solución. Sino el intento no tiene sentido.
Cuando las personas conviven durante mucho tiempo suelen no ser conscientes de la cantidad de camino que tienen allanado, de todo el proceso que tienen ganado. Piensan que es algo normal, que se da con cualquiera, y se llevan verdaderas sorpresas cuando ven que con otras personas surgen problemas que ni siquiera podían imaginar, ya que con su pareja los tenían resueltos naturalmente.
Recuerdo un paciente bastante mayor y muy exitoso en su profesión que una vez me dijo: “yo me casé una vez sola, porque me di cuenta que si ante el menor problema me iba a separar, iba a tener una seguidilla de matrimonios y con ellos todo lo que conlleva cada separación, porque en definitiva siempre va a haber problemas a solucionar con cualquier persona con la que uno tenga una relación”. Me pareció sumamente inteligente de su parte. Había logrado desarrollar la capacidad de resolver los problemas que se le habían presentado en su relación y además fortalecido sus sentimientos hacia su pareja con el paso del tiempo. Eso le dio estabilidad en su pareja y también le permitió desarrollarse muy bien en otras áreas donde contaba con la ayuda y apoyo de la persona por la que apostó para su vida.
El pensar que una relación de pareja está exenta de problemas es tener una gran dosis de fantasía y no vivir la realidad. Siempre que dos personas decidan asumir este compromiso van a surgir varios temas a solucionar y negociar. No podemos olvidar que vienen de hogares distintos donde las enseñanzas, costumbres, tradiciones, experiencias, son diferentes y van a tener que buscar adaptarse para poder llegar a buen puerto. Si ante la mínima diferencia estamos pensando en apostar a otra cosa, jamás vamos a estar conformes con algo. Y es bastante desgastante también: si bien a corto plazo puede parecer placentero, a la larga es frustrante no encontrar nadie con quien sentirnos compatibles y poder enamorarnos.
Es como si en vez de “comprar”, “alquilemos”. Cuando uno compra una casa, por ejemplo: la arregla, la mantiene, le dedica tiempo para su cuidado, se preocupa, etc. En cambio cuando alquila no le preocupa demasiado, por más que viva en ella no siente ese compromiso de mantenerla en buen estado porque no la siente suya. Y ante el menor contratiempo se muda. Con las relaciones sucede algo similar, según el grado de compromiso que la persona asuma va a apostar más o menos a dicha relación. Y le va a dedicar o no su esfuerzo. Esto no quiere decir que tengamos que conformarnos con relaciones que son malas o no nos hacen felices. En esos casos no hay que convencer a nadie porque la convivencia es insostenible y lo mejor es separarse. Esas son las verdaderas “incompatibilidades”.
Hace poco vi una película muy buena donde le cambiaban todos los finales a los cuentos de princesas que leíamos de niñas y les daban uno mucho más real. Me pareció excelente porque sino parece que si no se da aquello de los cuentos o películas que siempre terminan con la frase: “fueron por siempre felices”, la vida es mala. Y están los malos y buenos totalmente diferenciados, justos e injustos, generosos o egoístas, etc. cuando la realidad es que en todas las personas conviven esas facetas porque somos humanos, no somos máquinas perfectas.
Si tenemos una buena dosis de sentimiento (amor) por la persona que nos llevó a apostar en algún momento por ella, entonces pongamos “toda la carne en el asador” para que funcione. No pensemos qué puede hacer esa otra persona o la relación por nosotros, sino al revés. Qué podemos hacer nosotros por la relación. Poner lo mejor que tengamos, asumir ese compromiso. Ser conscientes de que las parejas tienen momentos altos y bajos, y que un momento bajo no implica una ruptura, sino una alerta para poner manos a la obra y recuperar lo que está flaqueando.
Si no apostamos de esta forma más completa, nos transformamos en personas disconformes con todo, donde jugamos a la ley del mínimo esfuerzo y encima queremos que nos salga bien. Pensamos que tiene que haber algún ser en el mundo con el cual fluyamos naturalmente en todas las cosas y vamos tras él. Y la verdad es que si por arte de magia esto llegara a suceder, seguramente nos terminemos aburriendo. Una relación así tampoco enriquece. Porque existe una persona en vez de dos en esa relación. Una que se anula y solo se deja llevar por la otra, y no dos que se complementan como debe ser.
Así que cuando conozcan a alguien que consideren que vale la pena, si su idea es apostar a un compromiso en serio, pasen tiempo con esa persona, dediquenle, conozcanla de verdad y si surge el sentimiento como para querer apostar a algo duradero, entonces hay que embarcar con todo en ese compromiso. Y desechar todos los planes B por si este no funciona. Hagan de cuenta que este es el único plan y apuesten a ello.
Si luego de haber hecho todos los esfuerzos no funciona esa relación, den por seguro que se van a retirar tranquilos de ella sabiendo que no fue una falla de ustedes, que dieron lo mejor. Y ahí están recién prontos para apostar a otra persona. Y si sucede al revés y funciona, la recompensa va a valer la pena. Van a sentir que cuando de verdad se quiere, se puede. Que no es una utopía sentirse feliz en pareja, que es posible y verdaderamente valioso cuando se logra. Lo único que hay que superar es la idea de felicidad permanente y sin problemas de ningún tipo todo el tiempo, sabiendo que también la crianza de los hijos implica muchos desafíos.
Los invito a responder ¿qué quiero para mi vida? ¡Manos a la obra para llevarlo a cabo!
Por Ps. Silvia Cardozo