Es muy común que los niños en algún momento descubran que tocarse (acariciarse, mimarse, frotarse) los genitales les provoca placer. Este probablemente sea su primer contacto con el placer sexual, y puede darse entre los 6 meses y los 5 años de edad.
En los más pequeños se da de forma sutil, por ejemplo cuando rozan una pierna con otra o en situaciones esporádicas casuales como cuando un adulto los hamaca sobre la falda. A partir de los 3 años, aparecen formas más directas de estimulación, por ejemplo frotarse contra el borde de la silla, o incluso tocarse con las manos.
Este comportamiento no debería llamarse masturbación, o al menos no debería asociarse a la masturbación de adolescentes y/o adultos. Sus características e intenciones son muy diferentes y muchas veces es un proceso discontinuo; la auto-estimulación en la primer infancia por un lado y, de modo independiente, la masturbación desde la pubertad.
Es importante no alarmarse ante este tipo de actitudes ya que no están relacionadas en absoluto con la perversión. Por el contrario, se debe aprovechar la oportunidad para explicarles a los niños que estas conductas pertenecen al círculo de lo privado. El comportamiento de auto-estimulación es natural pero, tal como en otras actividades, debemos controlar su intensidad (para que no se lastimen) y frecuencia (que no dejen otras actividades por concentrar su foco de atención siempre en la auto-estimulación).
En la vida cotidiana hay muchas acciones que los adultos entendemos que pertenecen, o deben pertenecer, exclusivamente al círculo de lo privado. Sin embargo, los niños deben aprender esto con nuestra ayuda.
Algunos consejos que pueden ayudarnos a educar la comprensión de la privacidad y la intimidad de los niños son:
• Darles cierta privacidad en su cuarto: Golpear la puerta antes de entrar es una buena rutina (claro que en situaciones normales, y no cuando pensemos que existe algún tipo de peligro dentro).
• Privacidad en el baño: cuando dejan de usar pañales, puede ser bueno dejarlos un ratito en el baño con la puerta entornada, y que nos llamen al terminar de hacer sus necesidades para que los limpiemos.
¿Han vivido situaciones de este tipo? ¿Cómo creen que se siente un niño que es censurado de hacer algo que le provoca placer? ¿Qué podemos hacer para qué no sea una experiencia negativa?
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