Preguntan y preguntan sin parar porque necesitan saciar su curiosidad sobre todo lo que ven. ¡A armarse de paciencia!

A partir de ahora, el comienzo de un desayuno puede ser algo así como:

– “Mamá quiero una manzana” -“Tómala aquí la tienes” -“Mami, ¿y porqué quiero una manzana” – “Eso lo debes saber tú, no yo” -“¿Y porqué tengo que saberlo?… ¿Porqué? -Porque fuiste quien pidió la manzana -“Y porque pedí la manzana”…. ¿Porqué?

Y mamá que aguanta estoicamente como sólo las mamás saben hacerlo, la pequeña Lucía la tiene loca con sus preguntas absurdas. Sin embargo, esta incipiente exploradora no ha hecho ninguna formulación disparatada. Ella, simplemente, ha querido indagar sobre sí misma: “¿Porqué tengo deseos?” , “¿Porqué los siento?”. Y si vuelve a cerrar el círculo preguntón con la misma reflexión del principio es porque, está claro, no ha quedado del todo satisfecha con la respuesta que le han dado.

¿A que obedece su actitud? Primero, porque a su edad el desarrollo madurativo es insuficiente para poder hallar respuesta al origen del deseo humano, y segundo, porque ésa será una de las preguntas fundamentales que palpitará en su mente durante el resto de su vida.

¿Qué quieren averiguar realmente?

El ser humano, a lo largo de su existencia, no deja de buscar explicaciones a todo. Lo que ocurre es que estas ansias de conocimiento se van canalizando y sustituyendo a través del aprendizaje académico. La primera etapa sobre la indagación acerca de nosotros mismos surge entre los tres y cinco años. Las preguntas que suelen hacer los chicos son numerosas. Es un bombardeo constante que puede dejar extenuado al más fuerte. Sin embargo, detrás de toda esa artillería de porqués, estos persistentes indagadores realmente quieren averiguar tres cosas, los cuestionamientos fundamentales que el ser humano no deja de formularse nunca: “De donde venimos”, “Porqué deseamos”, y “porqué no todos somos iguales”

Una de las preguntas más recurrentes que realizan es la relacionada con las diferencias entre varones y nenas. No es necesario buscar enciclopedias ni entreverarlos con largas y complicadas explicaciones. Necesitan respuestas cortas y sencillas. Tampoco hay que ir más allá de lo que ellos quieren saber. Lo mejor es limitarse a lo que preguntan y no agobiarlos con muchos argumentos. Del descubrimiento de la diferencia sexual se desprenden muchos otros cuestionamientos típicos, como éste:

-Papá, yo quiero casarme con mamá -Eso no puede ser -¿Por qué? -Por qué ella ya tiene un marido que soy yo – Pero ¿Por qué yo no puedo ser su marido también?

Las respuestas siempre tienen que ser sinceras, y en ellas es bueno incluir el elemento de la espera. Es decir, no hay que alentar en el niño la idea de que algún día se va poder casar con mamá, pero sí se le puede decir que, cuando se más grande, podrá hacerlo con la mujer que él quiera, tener hijos, etc. De esta forma irá aprendiendo que hay cosas para las que todavía no está preparado y que debe saber esperar. Si los pequeños nos demandan sobre tema que desconocemos por ejemplo “¿Porqué vuelan los aviones?, no pasa nada si les decimos “no sé, lo voy a averiguar”. Esta es una información que también les sirve, los padres no tienen porque ser sabios, ni saber de todas las cosas.

Lo más importante es que se sientan escuchados. Sólo así desarrollarán la espontaneidad y serán capaces de decir siempre lo que piensan. El peor de los errores es ridiculizar sus dudas. El niño o niña no pregunta para molestar a los adultos. Necesita encontrar explicaciones a todo lo que no entiende y busca la ayuda de sus padres.

A veces revelan una preocupación

Cuando un día tras otro el niño sigue con la misma pregunta, a pesar de haberle dado la respuesta adecuada, habrá que indagar qué es lo que realmente quiere saber o qué es lo que le está costando asimilar de esa información que ha recibido. La muerte es un tema que a muchos los preocupa. Si durante varios días consecutivos el niño pregunta por qué murió su abuelo y ya se le ha respondido que porque ya era muy viejito y porque así como nacemos, morimos, etc., es muy posible que lo que esté queriendo averiguar o adivinar es “Mamá, ¿Tú también te vas a morir?” Asimismo detrás de esa insistencia puede esconderse este mensaje. “Papá el abuelito me hace mucha falta, lo extraño y estoy muy triste”. Si es ésta la cuestión los padres pueden invitar a su pequeño a hablar sobre la pérdida de ese ser tan querido para él y la aflicción que le está produciendo su muerte, así conseguiremos que exprese sus verdaderos sentimientos. Otra de las dudas que habitualmente se plantean los papis es la conveniencia de mentirles o dejarlos con sus fantasías, por ejemplo, cuando la identidad del ratoncito Pérez se pone en duda. En esta circunstancia, habría que averiguar si el pequeño ha descubierto la verdad, y ese caso reafirmársela.

Y por hoy punto final…

A la ración diaria de sus porqués también puede ponerse un límite. Para hacerlo nada mejor que emplear el cariño y cierta firmeza. Se puede decir por ejemplo, “Se acabó la hora de los porqués”, pues los niños/as entienden que después de una larga jornada de preguntas y más preguntas, y respuestas y más respuesta, llega un momento en que hay que bañarse, cenar, acostarse, y también dejar de preguntar aunque sólo sea por un rato y mañana volver nuevamente a los cuestionamientos.

Deja un comentario