Nuestros hijos vienen con “una hoja en blanco” y nosotros inscribimos sus primeros y más importantes aprendizajes, sobre todo acerca de sí mismos.
Esto no es una responsabilidad menor, ya que con nuestra conducta marcamos muchas de las formas de relacionarse que tendrán a futuro con las demás personas.
1) Es fundamental sentirse amado por los padres. Si nosotros le transmitimos al niño cuánto lo queremos, él va a saber que es alguien importante en nuestra vida. Que su persona es valiosa. Va a ir formando un concepto de sí mismo que luego va a influir en sus relaciones futuras. En cambio, cuando un niño no recibe amor de sus padres, es probable que en la interna piense: “Si mis padres no me quieren, nadie lo hará”. Por eso, es lo primero a tener en cuenta.
2) Cuando tengamos que observarlo por alguna acción incorrecta que haya realizado, no referirnos nunca a su persona, sino a su conducta. Por ejemplo, si le habló mal a un compañero, no decirle que es un mal niño por haber hecho eso, sino que no aprobamos esa conducta que tuvo. O si deja sus cosas tiradas, no decirle que es un desprolijo o un desordenado, etc. Sino va a ir incorporando estos conceptos acerca de sí mismo y luego van a pasar a ser parte de lo que cree que es. En cambio, si nos referimos a la conducta, aprenderá que hay que realizar determinadas acciones para obtener otras, y esto es algo positivo para su futuro. Por ejemplo, si dejó su cuarto desordenado, se le puede pedir que vaya a ordenarlo, que no se acepta esa conducta, que si no lo ordena no irá a jugar.
3) Estimularlo en tener metas, pero que estas sean posibles y acordes a su edad. De esta manera va a sentir que es capaz de realizar lo que se propone y a darse cuenta que se requiere esfuerzo de su parte, pero que lo puede lograr. Si nosotros lo alentamos con metas desproporcionadas a su edad, se va a frustrar en cuanto a sus capacidades.
No es malo que no logre alguna meta propuesta para su edad, porque también debe aprender a frustrarse, pero seguramente en la mayoría va a salir airoso.
4) Atenderlo cuando habla y cuando quiere contar sus cosas. A veces los padres nos quejamos porque no nos cuenta las cosas, pero cuando intenta hacerlo, estamos en la computadora, mirando la televisión o el celular y ni lo miramos a la cara. Esto puede transmitirle que no es lo suficientemente importante y así cada vez va a contar menos. Esto no quiere decir que se tenga que estar a disposición todo el tiempo, ya que sería imposible, pero también hay que decirlo. Por ejemplo: “contame eso y después voy a cocinar”.
5) Ser empático. Muchas veces va a sentirse enojado, contento o triste y esto puede parecernos trivial, entonces lo ignoramos. Si tuvo un problema con algún amigo en la escuela y nos dice cómo se siente, tratar de ponernos en su lugar por un momento, y decirle, por ejemplo: “Entiendo que te sentís enojado por lo que hizo tu amigo”. De esa manera se siente comprendido en sus sentimientos y a partir de ahí podemos darle alguna herramienta para manejarse mejor en estas situaciones, pero no hay que desconocer o ignorar su forma de sentir.
6) Halagarlo de forma sincera. Cuando realiza acciones positivas, es bueno hacerle saber que estuvo muy bien en lo que hizo, ya que es una forma de reforzar esa conducta. Esto no quiere decir que haya que hacerlo de forma exagerada, sino acorde a lo realizado. Si nosotros exageramos cada uno de sus logros, el niño tenderá a esperar lo mismo de los demás y al no darse esto, va a pensar que no es suficiente. Ayudarlo a que él mismo valore también sus buenas acciones y no siempre espere el reconocimiento ajeno.
7) Hablar a los demás de sus puntos fuertes. Que sienta que estamos orgullosos de tenerlo como hijo. A veces los padres tienden a quejarse ante otros de las cosas que hacen mal sus hijos y lo hacen delante de ellos, como si no estuvieran o no escucharan, lo cual los hace sentirse avergonzados o no valorados. Tratar de evitar estas conductas.
8) No sobreprotegerlo. Siempre la sobreprotección debilita. Si en nuestro afán de cuidarlo tanto, no lo dejamos realizar nada, va a crecer con una idea de fragilidad acerca de sí mismo. Si sus padres son aprehensivos en exceso, los niños no pueden desarrollar sus capacidades, ya que los padres obstaculizan este proceso. No realizar nunca por él cosas que pueda realizarlas por sí mismo, esto lo ayudará a sentirse seguro y orgulloso de sus avances.
9) Evitar las comparaciones con otros niños, transmitirle que cada persona tiene sus puntos fuertes y débiles. No favorecemos la autoaceptación cuando comparamos, sino que favorecemos la competencia y también debilitamos su autoestima, ya que después va a tender a compararse con otras personas, sobre todo en aquellos aspectos en donde otros son más fuertes. Siempre es mejor aceptarnos con nuestros puntos fuertes y débiles, y a partir de esta aceptación trabajar en mejorar aquellos aspectos en los que podemos superarnos, pero siempre en base a nosotros mismos como parámetro y no respecto a otros.
Todas estas pautas son orientadoras para ayudar a nuestros hijos a tener una mejor autoestima. Siempre se está a tiempo de ponerlas en práctica para influir positivamente en el desarrollo.
Por Ps. Silvia Cardozo
Terapeuta Cognitivo Conductual
ensil@adinet.com.uy