No escuchan el despertador y llegan tarde al liceo, jamás ordenan su habitación y ponen música a todo volumen cuando más les duele la cabeza a sus papis, ¿Cómo convivir con un adolescente sin que la casa se convierta en un verdadero campo de batalla?
Para poder alcanzar un buen crecimiento, los jóvenes necesitan diferenciarse, y para crecer deben tropezar y cometer errores. ¿Cómo evitar un desgaste innecesario en la convivencia con los adolescentes?, ¿Cuáles son los problemas que surgen a diario y que alteran la tranquilidad familiar?
Algunos motivos de enojo
Cuándo decir “no”. . Si ante la persistente presión de los hijos los padres ceden, sin duda lo que hacen es repetir un modelo que se arrastra desde tiempo atrás, cuando al no poder tolerar la explosión de un berrinche se entregaron a sus exigencias. Al empezar a preguntarse si es justo o razonable poner un límite al “dame más” ropa, más salidas nocturnas, más dinero o al “dame, dame, dame”…seguramente empezarán a modificar ese modelo de comportamiento buscando formas de pactar con ellos sin tantos choques. Es importante ser consecuente con el “no”. No demostrar enojo, manteniéndose firmes y coherentes en las posturas.
El desorden en la habitación “No tengo tiempo, “No me controlen mis cosas”, “Yo estoy cómodo”. Son algunas de las expresiones con las que se habrán topado más de una vez los padres. Si se enredan en peleas estériles, sólo se generarán problemas mayores. Hay que comenzar, en principio, por cerrar la puerta del dormitorio para no enfurecerse demasiado, y luego hay que probar elaborar conjuntamente una especie de “plan de tareas” en donde el adolescente tendrá la oportunidad de elegir cuándo es el momento adecuado para realizarlas. De no perseguirlos con recriminaciones, por su cuenta pondrán un orden, que evidentemente responderá a sus propias necesidades de conseguir una organización y equilibrio interior. Los jóvenes lo que quieren es sentir que tienen el derecho de controlar su vida personal.
Espacios propios, espacios comunes ¿Quién podrá más?, se preguntan muchos padres desorientados. El problema emergente aquí es que parten de una incorrecta formulación, donde la puja se asienta en quíen tiene el poder. Con frecuencia los adultos no les dejan margen para compartir los espacios familiares y alegan en tono autoritario: “En esta casa las cosas se hacen o se hacen”. Se crea un clima de incomodidad donde ambas partes se disputan espacios de pertenencia, que se opone al auténtico concepto de lo que significa compartir. Ni su música preferida debe aturdir nuestros oídos, ni nosotros debemos gritarles que bajen esa “música horrible”, en un mal intento de ejercicio de autoridad paternal. Lo más indicado es hacer un trato con ellos y procurar encontrar formas posibles para conciliar los gustos en un diálogo que resulte incluyente y no un monólogo unilateral. Establecer un compromiso de convivencia, con límites razonables, será una buena política para implementar en la casa.
Problemas de estudio, un llamado de atención Suena el despertador y todas las mañanas se reiteran las mismas escenas. El joven manifiesta no oírlo, se levanta tarde y cada vez inventa una excusa diferente. No quiere y no puede ir a estudiar, situación que implica un llamado de atención de envergadura mayor que tiene alertarlos, dado que está expresando problemas serios que demandan una ayuda especial. Las motivaciones que provocan el rechazo a la escolaridad y que se manifiestan con un bajo desempeño y hasta con el abandono de sus estudios, deviene de factores difíciles de explicar. Algunas veces aparecen ante la inminencia de una crisis; por ejemplo, el divorcio de sus padres o la pérdida de un ser querido, una mudanza, etc. Porque sienten temor de no poder responder a las expectativas, a lo mejor demasiado exigentes de sus padres.
Pero esta falta de voluntad hacia los estudios también puede hacer su entrada cuando reclama un lugar en su grupo familiar pues cree (fantasía o no), que las preferencias se centran en uno de sus hermanos y no en él. O para mortificar a sus padres, como un sutil reproche que intenta darles a entender que tiene dificultades de hablar con ellos. Un buen comienzo de solución sería el que acudan a la consulta con un psicologo/a de adolescentes, además de acercarse al liceo, en busca de una adecuada orientación. Seguramente, al tiempo se vislumbrarán cambios positivos en el rendimiento escolar.
Hay otros problemas que se podrían enumerar en cuanto a problemas que general la convivencia con un adolescente. Pero la sugerencia útil es que traten de detectar los momentos más viables y adecuados para escucharlos y también aquellas situaciones donde es preciso cortar una discusión con enérgico y simple “no”.
Los padres tienen el deber de guiar y controlar las conductas psicosociales de sus hijos, pero también deben ayudarlos a desprenderse de ellos para que aprendan a ejercer solos distintas funciones que les posibiliten crecer y madurar.
La foto fue tomada de: www.morguefile.com