Los seres humanos somos complejos y muchas veces tenemos comportamientos que resultan molestos o incomprensibles. ¿Qué pasa cuando sucede con niños?

Cuando esto sucede con los niños, muchas veces los padres caemos en facilismos como “tiene mal carácter”, “tiene mal temperamento”, “tiene problemas de autoestima”, y el consecuente “hay que llevarlo al sicólogo” y nos olvidamos que las familias son sistemas, que la personalidad es un tema complejo y que probablemente para lograr un cambio de comportamiento en un niño, deba movilizarse todo el sistema familiar. Enmarcar y limitar es olvidarse de la naturaleza humana creativa e incierta.

Lamentablemente en ocasiones son otros familiares, o incluso maestros y profesionales de escuelas o centros de educación inicial, quienes intentando “ayudar” establecen denominaciones poco acertadas de las que después es difícil escapar. Los diagnósticos simplistas suelen aportar soluciones simplistas, que luego no son tales. Por ejemplo “es hiperactivo”, “es poco inteligente”, “tiene problemas de sociabilidad”, etc.

Por sobre todas las cosas, deben evitarse los diagnósticos comparativos y las insinuaciones ya sean directas o disimuladas: “Juan se parece a su tío”, “Si es como la abuela Rosita, no podemos esperar nada de ella”, “Tiene el mismo carácter que su madrina”. No debe haber familia en la que no aparezcan esporádicamente sentencias de este tipo y que por repetición terminan calando hondo en las emociones aún frágiles de los pequeños.

En “El Poder del Discurso Materno”, la argentina Laura Gutman, ahonda extensamente en esta problemática. No formamos nuestra conciencia sólo en base a lo que somos, sino a lo que los demás dicen que somos. Alguien nombra lo que pasa. La conciencia recuerda lo que es nombrado. Así se constituye un personaje que nos da identidad. A mayor desamparo emocional, mayor refugio en el personaje.

En un artículo que aparece en su sitio web, Gutman explica que “llegamos al mundo y no sólo nos falta la comodidad de estar pegados al cuerpo de nuestra madre sino que además nuestra madre nombra nuestros estados naturales como molestos… Que éramos llorones o exigentes, o que ella casi se muere por nuestra culpa, o que éramos débiles o terribles…Así comienza un malentendido que va a perpetuarse a lo largo de nuestra vida: eso que mamá nombra no coincide con lo que nos pasa. Sin embargo cuando somos niños tomamos la palabra mediadora de nuestra madre -o de la persona maternante- para ordenar todo lo que pasa y todo lo que nos pasa. Si yo siento miedo y mamá dice que soy molesto…eso que siento (miedo) se llama -soy molesto-.”

Este discurso, sostiene Gutman se apropia de parte de nuestra conciencia dando forma a lo que somos. Porque como explica, el recurso más genuino que tenemos para vincularnos con nuestro entorno, es el registro interno. Lo podemos llamar también el “sentido común”, o el “criterio personal”. Es lo que nos permite discernir y tomar decisiones del orden que sean. “Pero si accedemos a una realidad distorsionada porque nuestra madre no ha sido capaz de mirar con lentes amplios y ha nombrado todo desde una perspectiva reducida, engañada o ciega; no lograremos encajar la vivencia interna con aquello que es nombrado. Luego será tan difícil sostener esa incongruencia, que rápidamente nos desconectaremos de ese registro interno, de ese hilo sutil que nos une con nuestra propia interioridad genuina y potente. Y si perdemos esa conexión, quedaremos emocionalmente vulnerables”.

La recomendación sería entonces entender a los hijos como seres humanos únicos en lugar de estigmatizarlos como “casos clínicos”. Esto no implica que en muchas ocasiones debemos recurrir a profesionales que nos orienten y ellos sientan la necesidad de enmarcar la problemática bajo un nombre que pueda orientar un tratamiento. Pero los padres, usemos las palabras para marcar los logros más que las carencias de nuestros hijos. Sin duda, ello será mucho más rico para su desarrollo.

Lic. Raquel Oberlander
Fuentes:
Gutman, Laura. El Poder del Discurso Materno. Editorial Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2011.
Artículo en www.lauragutman.com.ar

Deja un comentario