¿Las palmadas son necesarias o se pueden evitar?

Si bien hoy en día la mayoría de las personas están en desacuerdo con el castigo corporal, muchas veces a la hora de la verdad se olvidan de sus pensamientos y terminan golpeando a sus hijos. Generalmente sucede cuando éstos nos "sacan de las casillas" y en ese momento nos olvidamos de todo lo que consciente y racionalmente creiámos correcto. Otras veces llegamos cansados y estresados del trabajo, agobiados por diferentes problemas, y aunque tal vez el niño haya hecho algo no tan terrible, terminamos desquitándonos con él. 

El Dr. Williams Sears, conocido pediatra de EEUU dice que salvo en circunstancias extarordinarias, no es correcto pegar a los hijos. El dice que en primer lugar, rara vez da resultados y en segundo lugar, crea una distancia entre el padre y el hijo que luego cuesta mucho superar.

Sobre el primer argumento, menciona que la conducta controlada mediante castigos corporales tiene como resultado niños enojados, que actúan desde una base de desconfianza. Y lo peor es que como generalmente no dan resultado, porque el niño enojado se porta peor, los padres terminan por golpear cada vez más fuerte y con mayor frecuencia.

En este sentido se podría decir que el pegar es la conducta más fácil, la salida más rápida para imponer el castigo, pero no permite al padre analizar cuál fue el motivo que llevó al niño a comportarse mal y tratar de encontrar una solución más duradera. 

Debe recordarse siempre que la disciplina es un proceso educativo largo y que no sólo debe lograr cambios en el niño sino también en el padre: el padre debe sentirse satisfecho de la manera en que impone disciplina y para eso debe ser creativo: pequeñas penitencias que se puedan cumplir y que generen confianza en el niño. 

¿A qué nos referimos con penitencias que se puedan cumplir? A mandar al niño a su cuarto a pensar en su acción durante unos minutos, no dejarlo salir de paseo, etc. pero nunca decirle que nunca más va a comer chocolates o que nunca más invitará amigos a casa si sabemos que finalmente no lo vamos a respetar. 

Incluso de esta manera siempre quedará la palmada como caso excepcional muy extremo y de esa forma si puede ser un verdadero llamado de atención para el niño que hace una acción muy inadecuada, pero cualquier castigo que se vuelva muy frecuente pierde efectividad.

Generalmente sucede cuando éstos nos "sacan de las casillas" y en ese momento nos olvidamos de todo lo que consciente y racionalmente creiámos correcto. Otras veces llegamos cansados y estresados del trabajo, agobiados por diferentes problemas, y aunque tal vez el niño haya hecho algo no tan terrible, terminamos desquitándonos con él. El Dr. Williams Sears, conocido pediatra de EEUU dice que salvo en circunstancias extarordinarias, no es correcto pegar a los hijos. El dice que en primer lugar, rara vez da resultados y en segundo lugar, crea una distancia entre el padre y el hijo que luego cuesta mucho superar.

Sobre el primer argumento, menciona que la conducta controlada mediante castigos corporales tiene como resultado niños enojados, que actúan desde una base de desconfianza. Y lo peor es que como generalmente no dan resultado, porque el niño enojado se porta peor, los padres terminan por golpear cada vez más fuerte y con mayor frecuencia.

En este sentido se podría decir que el pegar es la conducta más fácil, la salida más rápida para imponer el castigo, pero no permite al padre analizar cuál fue el motivo que llevó al niño a comportarse mal y tratar de encontrar una solución más duradera. Debe recordarse siempre que la disciplina es un proceso educativo largo y que no sólo debe lograr cambios en el niño sino también en el padre: el padre debe sentirse satisfecho de la manera en que impone disciplina y para eso debe ser creativo: pequeñas penitencias que se puedan cumplir y que generen confianza en el niño. ¿A qué nos referimos con penitencias que se puedan cumplir? A mandar al niño a su cuarto a pensar en su acción durante unos minutos, no dejarlo salir de paseo, etc. pero nunca decirle que nunca más va a comer chocolates o que nunca más invitará amigos a casa si sabemos que finalmente no lo vamos a respetar. 

Incluso de esta manera siempre quedará la palmada como caso excepcional muy extremo y de esa forma si puede ser un verdadero llamado de atención para el niño que hace una acción muy inadecuada, pero cualquier castigo que se vuelva muy frecuente pierde efectividad. 

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