Cuando una madre o una pareja se embaraza, luego del primer tiempo de ese ”reacomodarse” a la situación de embarazo, generalmente comienzan a pensar en el parto y todos los aspectos vinculados a este.

Suelen aparecer fantasías y temores, principalmente en las primerizas, que generalmente son canalizados a través del arreglo de aspectos prácticos como: donde tenerlo, si le paga al médico que la asiste, aprontar el “bolso” . Pero generalmente la mamá, por distintos motivos, llega al momento del parto desconociendo la significación y el impacto que esta experiencia tiene para ella y para su hijo.

¿Acaso existe suceso más significativo en nuestra vida, que el propio nacimiento?

Las emociones y vivencias del nacimiento y el período post-natal inmediato, dejan una profunda huella a nivel psíquico y corporal, que influirá en la cualidad de las experiencias vividas posteriormente en la vida. Durante el embarazo, el mundo para el feto es el útero materno, su conocimiento del mundo externo aparece mediatizado y amortiguado a través del cuerpo de la madre.

En el nacimiento, el mundo puede invadir con violencia y crudeza o recibir con calidez y amor. Es la calidad de esta acogida, la que determina el grado de incidencia positiva o negativa de la experiencia del parto en la vida de ese bebé. Cuando es cálida y amorosa, le permite codificar las dificultades y el peligro vividos durante el nacimiento como momentáneos e inherentes al crecimiento., pero cuando al bebé no se lo “acoge”, sino que se lo invade a través de una manipulación técnicista, fría y desconsiderada le devuelve la impresión de un mundo desagradable del que conviene replegarse. En los partos donde la madre y el bebé no son tratados de forma amorosa y considerada, ahí, donde existe agresión y sufrimiento excesivo, el frágil equilibrio en el vínculo madre-bebé se ve afectado. El pasaje intra-extraútero, se transforma en un corte brusco difícil de restablecer, presentando problemas el bebé para prenderse al pecho, producto de su replegamiento.

Investigadores como Bowlby han estudiado, que los niños que tienen mayor capacidad de aprendizaje y parecen más felices, tienen tres factores en común: han nacido por parto natural, en un ambiente tranquilo y han tenido un período junto a la madre, posterior al nacimiento (I. Fernández del Catillo, ” La Revolución del Nacimiento”). 

Actualmente, existe la tendencia a una intervención exagerada por parte del personal de salud que asiste el parto. Hay un alto número de cesáreas, episiotomías, de utilización de fórceps, así como también del uso de fármacos que tienen incidencia en el feto a corto y largo plazo.

Parece que desconfiáramos cada vez más de la capacidad de la propia naturaleza de regir estos procesos. El parto es un hecho natural, perfecto y autosuficiente, donde todo esta previsto para que madre y bebé colaboren juntos, donde no es sólo la madre que pare, el bebé tiene un rol activo. El parto no es en sí traumático, el feto se beneficia de la fricción al salir del útero y del abrazo del canal vaginal que estimula a través de la piel, todo su sistema neurovegetativo, así como de la sensación de contacto energético. El pasaje intra-extraútero, -como bien lo expresa X. Serrano y M. Pinuaga(“Ecología Infantil y Maduración Humana”)- es una función natural y necesaria, que no supone o no debería significar separación ni ruptura, sino una continuidad dentro del proceso natural evolutivo del animal humano. Es la simbiosis madre-bebé antes, durante y después del parto, lo que protegerá al bebé de la sensación de frío y separación tan nocivas para él. 

En este sentido el nacimiento no es un hecho aislado, independiente del proceso previo de embarazo y del período post-parto, sino que forma parte de un único proceso, que se inicia con la concepción y se continúa a lo largo de las distintas etapas del desarrollo de ese niño.

A menudo las mamás se preocupan mucho por como “prepararse” para el parto, en como respirar, en la hospitalización, tanto que se olvidan de lo que sucede dentro de su panza, de cómo se sienten y de lo que significa para ellas y su pareja, este momento que están viviendo. Dejan muchas veces de lado la relación con su bebé, siendo que de las características de ésta, dependen no sólo los cimientos básicos del desarrollo emocional y físico de su hijo, sino también su mejor vivencia del período de embarazo, así como del parto y los momentos posteriores a éste. El estar “presente”, en contacto con sus sensaciones y emociones, permite a la madre y su pareja asumir y resolver positivamente los cambios de la gestación, facilitando el desarrollo precoz del vínculo con su hijo, a través de una comunicación estrecha entre madre, padre y bebé. 

Estas experiencias de contacto y comunicación con su hijo, junto a una información correcta sobre el desarrollo prenatal, le permite a la pareja embarazada relacionarse afectivamente con su bebé y desarrollar un vínculo prenatal, asumiendo un rol activo y responsable, que le permite a la mamá llegar al parto con un mejor conocimiento de su cuerpo y mayor seguridad en sí misma.

Si bien la “preparación” para el parto, a través de ejercicios que apuntan a facilitar la apertura de la pelvis y preparar las zonas comprometidas en el proceso de parto son importantes, entendemos que la “mejor forma de prepararse para el parto” es la vivencia conciente del proceso de embarazo, centrada en el desarrollo de un vínculo prenatal amoroso y asegurador para la madre su bebé. Muchas veces sucede, que por distintos motivos,la mamá llega al final del embarazo, sin poder procesar los cambios, las sensaciones y emociones que esta etapa supone, por lo tanto, es difícil que pueda cerrarla y abrirse a la nueva etapa; el nacimiento de su hijo. 

Estos “nudos” emocionales sin resolver, interfieren concretamente en el momento del parto, interfiriendo principalmente en a capacidad natural de la madre de dilatar, enlenteciendo y por tanto complicando el proceso de parto. 

Cómo inciden los bloqueos emocionales de la madre en el proceso de parto, dependerá de sus características individuales, por lo tanto, la asistencia a la madre durante el embarazo y el parto, debería tener en cuenta que estos procesos trascienden lo puramente biológico. No somos un cuerpo, ni una mente, sino que somos seres que funcionamos como una totalidad, donde las dimensiones corporal, psíquica y emocional(energética), interaccionan, coexistiendo integradamente. 

El proceso natural del parto, requiere que la madre se abandone “dejando al cuerpo hacer”, que se abra más que empuje, dejándose llevar concientemente, por las poderosas fuerzas energéticas que acompañan y conducen a la madre y el bebé hacia el nacimiento, momento donde se produce una gran descarga energética. Este proceso que se inicia como una respuesta natural fisiológica, es fácilmente alterable, ya sea por creencias y miedos de la madre, o también por las características del entorno que la rodea. Así, el ambiente hospitalario frío y despersonalizado, sumado a la actitud poco empática del personal, inhiben el proceso natural del parto, incluso llegando muchas veces a interrumpirlo, aumentando la necesidad de intervenir con técnicas especializadas.

¿No es ya tiempo de cuestionarnos, por qué recibimos a nuestros hijos en lugares donde se atiende la enfermedad? Lugares, por esto mismo, no pensados en función de las necesidades y el bienestar de la madre y el bebé.

Hay cosas concretas que cómo madres y padres podemos hacer y cuidar. Tenemos opciones. Existe hoy día una corriente cada vez más difundida, que ofrece la posibilidad del parto en casa, opción que posibilita a la madre y su pareja, recibir a su hijo en un ambiente cálido e íntimo. Una opción intermedia, es la de realizar la mayor parte del trabajo de parto en casa, con las ventajas que esto supone para la mamá, trasladándose a un centro de asistencia cuando ya se acerca el período expulsivo. 

No obstante insistimos a las mamás y papás, que ellos tienen el derecho y la responsabilidad de solicitar, no solo una información detallada sobre los procedimientos, al personal que los asiste, sino de manifestar sus desacuerdos o pedidos específicos. Por ejemplo, en cosas tan fundamentales como la postura corporal en el momento del parto. La mujer es condenada en general, a parir en posición supina, de forma antinatural y antifisiológica y que la retrotrae a una situación de sumisión y dependencia hacia los demás. ¡Cuanto más fáciles y placenteros serían los partos si dejaran a la madre en libertad de desplazarse y moverse durante el trabajo de parto! Orientándola a buscar posturas verticales, ya sea sentada, de pie o inclinada, permitiéndole una participación activa, devolviéndole su protagonismo en este proceso, acompañada y apoyada por el padre o la persona que ella elija y se sienta cómoda

Devolverle el poder y protagonismo en este suceso a la madre, el padre y su hijo/a, implica un cambio de mentalidad.

“En como las mujeres dan a luz, en como nacen los bebés, todo esta profundamente ligado a nuestra forma de ver la naturaleza, la ciencia, la salud, la medicina, la libertad y las relaciones humanas, especialmente las relaciones entre el hombre y la mujer”.
(M. Odent, El Nacimiento Renacido). 

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