El libro y la literatura en general son de importancia fundamental en el niño preescolar. “El escrito, bajo la forma de libro puede estar a disposición del niño muy precozmente, en la casa, en el jardín, en la guardería”. (Silvia Castrillón).
Considero que los adultos, ya sea en el rol de padres o de maestros, deben hacer comprender al niño que el libro tiene un valor diferente a otros objetos o a los juguetes.
Lo primero es que el niño se familiarice con el trato que se le debe dar al libro: cómo pasar las páginas, dónde guardarlo, que no es un objeto para chupar, ni para dibujar, etc.
Si no logramos que el niño acceda a estas reglas, probablemente nosotros mismos, como padres o como maestros no queramos que ese niño se acerque a los libros, por temor a que los estropee. Lamentablemente estaríamos poniendo de esta manera la primera piedra en el camino de un posible futuro lector.
Silvia Castrillón habla a su vez de libros de imágenes como anteriores habitualmente a los libros con texto en los niños más pequeños. Generalmente existe esa tendencia, pero creo que todos los libros, los de imágenes solamente, y los de imágenes y texto, como los de humor, los que cuentan historias de la vida cotidiana del niño, los cuentos tradicionales, etc., pueden convivir junto con el niño y brindarle ese primer contacto tan placentero.
Es de un valor indescriptible que el niño se relacione autonomamente con sus libros, donde ambos sean partes de un evento único: la iniciación a la lectura. A su vez es importante que los libros nos brinden posibilidades a los adultos de interactuar con los niños y así poder compartir con ellos la vieja y linda costumbre de: “ te voy a contar un cuento”.
Y no nos quedemos solamente en el momento de contar el cuento, sino que durante el día hay innumerables instancias donde podemos jugar y divertirnos con las delicias de la literatura oral: rimas, nanas, trabalenguas, etc.
En el hogar: una nana al dormir, juegos de palabras a la hora del baño, jugar a las adivinanzas mientras vamos viajando, etc. Por suerte siempre están esos papis o abuelos que son grandes sabios en el tema y que sin proponérselo logran sumergir al niño en el fantástico mundo de la literatura.
Creo que la interacción con el niño se da sólo cuando éste percibe que lo que hacemos, ya sea narrar o leer, lo hacemos con amor, alegría, y que tenemos la capacidad de disfrutar tanto como ellos.
Lectura: ¿Buena por sí misma o enriquecedora del mundo interior del niño?
Creo que a esta altura donde una concepción de lectura como la “mera decodificación de letras”, ha sido afortunadamente superada, no podemos ni remotamente afirmar que la lectura es simplemente buena por sí misma.
Está claro que lo importante es que la lectura sea el medio para ensanchar las fronteras personales del niño o retomando nuevamente a G. Montes: ensanchar las fronteras de la región inconquistada, esa a la que pertenece el mundo interior de cada niño.
La literatura debe ampliar el mundo del niño, debe brindarle todo tipo de elementos para relacionarse con el mundo que lo rodea. Y con esto surge el primer problemita: ¿Cómo dar con libros que cumplan con este requisito?. Creo que depende un poco de la inquietud que pongamos los adultos en la búsqueda de material que consideremos adecuado. Me refiero con esto a que ese material sea coherente, que tenga algún tipo de significado en cada situación utilizado.
La búsqueda de material pasa por muchas cosas:
- Volver a leer aquellos libros que nos impactaron en nuestra niñez para poder compartirlos con nuestros niños también.
- Tratar de estar siempre atentas a muestras de libros que nos mantengan actualizados a la hora de adquirir nuevos textos.
- Compartir con otros papás inquietudes y material que nos haya resultado exitoso con nuestros hijos.
Se vuelve necesario tratar de no encasillarnos y terminar eligiendo siempre un mismo tipo de libros, porque de esa manera estaríamos “achicando” las fronteras del niño.
Se trata simplemente de mantener una actitud de apertura con respecto al material que nos llega.
Si el material gusta y tiene aceptación en los niños siempre es bueno tenerlo a su alcance y hacer con ellos una lectura crítica del mismo, invitándolos cuando el momento sea propicio a reflexionar sobre lo que leímos juntos. De esta manera ellos mismos van a ir formando y puliendo su gusto por la buena literatura. Pero ¡ ojo¡, no podemos caer sólo en brindarles lo que ellos reclaman o lo que están acostumbrados a manejar, porque de esa forma los estaríamos condenando a la mediocridad pero sobre todo los estaríamos privando de desarrollar un placer estético diferente.Sería como privar a un niño de un delicioso y divertido cuento de Ma Elena Walsh, ¿se imaginan?
Como dijo Ana Ma. Machado: “el desarrollo de la lectura crítica pasa por la selección de buenos libros y por la promoción de una gran diversidad de libros”. A mi entender pasa también por lograr que el niño adquiera una actitud “activa” ante un texto y no sólo la de recibir lo que éste le aporte pasivamente. Se trata de fomentar que el niño sienta que tiene el poder de decidir acerca del significado que él quiera darle a ese texto: criticarlo, estar o no de acuerdo, rechazarlo o sentirse totalmente identificado con él y decidir volver a él una y mil veces, simplemente porque le produce placer.
Creo que además de presentar al niño diversidad de opciones a la hora de la lectura, está claro que es necesario no perder de vista la calidad de la misma la que determinará en cierta manera el tipo de relación que se establezca entre el niño y los textos. Atender a la calidad a la hora de la elección pasa por muchas cosas:
- Conocer siempre cada libro que le vamos a brindar: leerlo todo y disfrutarlo.
- Hacer especial hincapié en las ilustraciones del libro, ya que éstas siempre llegan primero al niño que el propio texto: colorido, claridad, que dejen espacio a la imaginación, que se adecuen al significado del texto, elegir libros que propongan diferentes técnicas en sus ilustraciones para no presentar siempre un mismo tipo de dibujos.
- Si hay personajes ilustrados buscar aquellos que sean expresivos y motivadores en sus gestos y acciones.
- Tener en cuenta siempre los intereses de los niños, su edad, qué momento particular está atravesando: de adaptación al colegio, nacimiento de un hermanito, algún problemita personal como pérdida de una mascota, etc.
Por último me gustaría destacar algo más de S. Castrillón, “empezar por seleccionar los libros que a nosotros mismos nos causan impacto, nos producen emoción y nos dan lugar a la reflexión”.Soy una convencida de que éstos son los que tienen el éxito asegurado ya que los niños son unos grandes receptores de los sentimientos que los demás, sobre todo, los adultos, ponen al realizar propuestas con ellos.
No debemos subestimar al niño a la hora de elegir un cuento que a nosotros nos impactó y descartarlo por creer que no es adecuado para su edad o que no lo entenderían. Si ese texto realmente nos gustó y queremos hacerlo llegar al niño, no hay “peros”, lo que sí hay siempre son diferentes caminos para hacerle llegar la esencia del mismo. Se trata entonces de salir a buscarlos.