El niño preescolar depende en gran medida del mundo que lo rodea. Y así como necesita los cuidados materiales, también necesita sentirse seguro en su ambiente.
En consecuencia, cualquier cambio en la vida del niño, por mínimo que sea, puede producirle sentimientos de inseguridad, miedo y angustia. Una de las grandes modificaciones que puede ocurrir en la familia, es el nacimiento de un hermanito.
Esta situación, a diferencia de otro tipo de cambios, tiene sobre el niño una influencia positiva. Lo podríamos comparar con la entrada del niño en el jardín de infantes, que en el primer momento puede causar trastornos por dificultades de adaptación, pero una vez superada esta etapa, se convierte para el niño en un factor importante para el enriquecimiento de su personalidad.
Vamos a considerar ahora cuáles deben ser las actitudes de los padres que más pueden ayudar al niño a superar las dificultades y aceptar con agrado la nueva situación. Primeramente, el niño debe ser preparado con tiempo para la llegada de un hermanito. Todos los cambios que hayan en la casa deben planearse con anticipación.
Antes de dar la noticia de la llegada del nuevo integrante, hay que conversar con él/ella/ellos por ejemplo sobre algún amiguito que tenga hermanos y llevarlo a pensar que para él también sería lindo tener un hermanito.
Llegado el momento que los padres crean conveniente para dar la noticia, se debe dar al niño una explicación verdadera sobre el nacimiento.
Cuando falte poco para el nacimiento, hay que prepararlo para los cambios que se van a producir en sus costumbres durante los días que la madre está internada. Esa “ausencia” momentánea de la madre no debe tomarlo de sorpresa, ya que la falta de explicaciones al respecto hace que el niño tienda a pensar que perdió a su mamá y que la ausencia es definitiva.
Después de nacer el hermano, hay que tratar que el niño no se sienta en segundo plano. Ya que el recién nacido va a recibir regalos, es necesario que el/los mayores también lo reciban.
No hay que pensar que el niño va a madurar de pronto y va a convertirse en “mayor” de la noche a la mañana. Hay que exigirle las mismas cosas que antes para que sienta que no ha perdido para nada el amor de sus padres.
Aún en el caso de que el niño esté bien preparado para la llegada del hermanito, siempre va a pasar por un período de adaptación en el que se pueden presentar conflictos. Por ejemplo que aparezcan algunos trastornos en la conducta como por ejemplo comportamientos d eun niño más chico (conductas regresivas). Algunos casos son mojarse la ropa, no querer comer solo, hablar a media lengua, etc. En este caso hay que tratar de no rezongarlo sino pasar estas conductas por alto sin mayores comentarios, tratando de devolverle por todos los medios la seguridad que de algún modo han perdido.
Otra de las manifestaciones muy frecuentes son los celos que a veces no se “ven” enseguida del nacimiento sino varios meses después. Esto es lógico, porque a los 6 meses, al año, año y medio, el más chiquito atrae mucha más atención de los mayores, por lo cual el más grande se siente relegado.
Una vez que el niño supere las dificultades de esta etapa, se verá enriquecido por la nueva experiencia. La relación que establezca con su hermano lo ayudará en su relación con otros niños y el aprender a compartir, aceptando que en toda relación hay que recibir pero también dar, será una adquisición fundamental para toda su vida.