Hasta no hace mucho la característica del relacionamiento abuelo/a – nieto/a no incluía el rol de la educación. ¿Esto sigue igual hoy en día?
Cuando una persona se entera por primera vez que se va a ser madre o padre, se genera en ella una emoción muy fuerte, difícil de describir. La vida cobra nuevos sentidos y los parámetros que se empiezan a manejar son otros.
Esta buena noticia también afecta y a menudo conmueve, a otros miembros de la familia de los cuales poco se habla o se repara: los futuros abuelos. Desde que se conoce la llegada del nuevo integrante de la familia, hasta el momento crucial del parto, hay una gran instancia para compartir vivencias únicas entre padres e hijos. Entre los futuros padres y los futuros abuelos.
Cuando llega el día, las expectativas crecen en todos los miembros de la familia. Para los abuelos es como volver a vivir la experiencia propia sin que eso les prive de sentir algo totalmente nuevo. Ser abuelos es, por lo tanto, resultado de la decisión de los hijos, del mismo modo que esos hijos son precisamente hijos no por decisión propia, sino por decisión de sus padres, hoy abuelos.
Sucede entonces que el sistema de relaciones familiares se recompone por el legado de nuevas responsabilidades. Y ser abuelos supone acceder al posicionamiento de una función específica, inscripta en la dinámica de la trama familiar. Esta función, en tanto específica, se diferencia de la función que cumple cada uno de los otros miembros de la familia
Pero estos roles han cambiado y se han refigurado debido a múltiples factores.
Hasta no hace mucho la característica del relacionamiento abuelo/a – nieto/a no incluía el rol de la educación: los padres educaban y los abuelos consentían.
La relación con los nietos cambia cuando los padres trabajan todo el día y dejan sus hijos al cuidado de los abuelos. Ser un abuelo de tiempo completo difiere de ser el que lo lleva una tarde a la placita a andar en bicicleta, le compra un helado (con el que se enchastra toda la ropa) y lo devuelve de tardecita a los padres con una sonrisa cansada.
Las nuevas situaciones de trabajo, de salida al mercado laboral por parte de ambos progenitores han hecho que en muchos casos no puedan asumir ese rol que les era propio, pasan quizás más horas con sus nietos que lo que lo hacen sus propios padres y por lo tanto directa o indirectamente han tenido que hacerse cargo de su educación.
Sin querer esta situación distorsiona aquel vinculo gratificante entre abuela/o nieto/a, llegando a un punto que se entra en competencia con los propios padres, y también sin querer la abuela o el abuelo puede ir trasmitiendo sus propios valores a sus nietos que pueden o no coincidir con su nuera o yerno, tal vez sí con su hija o hijo (o no).
Cuando es así el caso hay que tener bien claro que la tarea educativa está plenamente bajo la vigilia de los padres. Si bien es imposible que los abuelos estando con sus nietos todo el día, no estén educando, trasmitiendo valores, sentimientos, aunque sea inconcientemente, es necesario que lo que se le diga o permita al nieto o nieta que haga tiene que estar necesariamente dentro del sistema planteado por sus padres. Pues es el niño/el que se ve perjudicado/a.
MARCAR LAS PAUTAS
Muchas veces se producen entonces conflictos en el marco de la educación del niño.
Está clarísimo que los padres son quienes marcan las pautas de comportamiento, y lo divertido para los niños de estar con los abuelos es justamente romper esas pautas. Alcanzar un equilibrio es necesario, para evitar que la educación se sumerja en una incoherencia total.
Los abuelos y abuelas no son sustitutos de los padres del hijo, aun cuando puedan prestarles valiosa ayuda; tampoco son los transmisores exclusivos o privilegiados del saber, del amor ni de la ley.
Los abuelos y abuelas cumplen una función específica propia que servirá de apuntalamiento al desarrollo psicológico del nieto. La presencia y acción de los abuelos queda inscripta en un área que si bien se despliega en la “exterioridad”, produce un impacto significativo en la “interioridad” del niño.
Los abuelos y abuelas tienen amor, ternura y un enorme baúl lleno de experiencias y vivencias interesantes para dar a sus nietos y que éstos la necesitan.
Un abuelo/a que lleva o trae al nieto de la escuela, que le regala golosinas o juguetes, que le lee un libro de cuentos…transmite, consciente o inconscientemente, un mensaje que el nieto registra de manera singular.
El beso y el abrazo que los abuelos otorgan al nieto, la compañía juguetona y la condescendencia o prohibición que establecen son todos gestos que refuerzan el apuntalamiento psiquico que necesitan los nietos.