Tras el triunfo de Trump en EEUU, surge la necesidad de educar emocionalmente a nuestros hijos, porque tanto ellos como nosotros somos analfabetos emocionales.

No voy a juzgar al candidato y mucho menos a una nación entera que en el ejercicio de la democracia -aún con un sistema controvertido- eligió a su presidente.
Para quienes no lo saben, me refiero a controvertido porque el sistema electoral americano hace posible que, aunque en términos absolutos Hillary Clinton haya obtenido más votos que Donald Trump, no logró convertirse en la primera mujer presidenta de los Estados Unidos.
Pero a lo que quiero referirme es a la estrepitosa mayoría de votos obtenida por Trump en algunos estados, a pesar de que las encuestas lo declaraban perdedor. Para quienes trabajamos en marketing, esta paradoja es archiconocida y se da en cada Focus Group o investigación de mercado que realiza una empresa. Los seres humanos somos seres complejos. Una cosa es lo que pensamos, otra es lo que decimos, y otra es lo que sentimos. Y nuestros actos, dependen en gran medida de esto último. La ciencia ya lo demostró pero parece que nos costara asumirlo. Las decisiones se toman mucho más basadas en las emociones que en la razón. Aún las decisiones económicas, y mucho más las políticas. De hecho, lo que hace la razón, es básicamente justificar la decisión emocional. Porque necesitamos sentir que somos personas lógicas aunque nuestros actos provengan del centro mismo de nuestras entrañas.

Donald Trump se conectó con esas emociones, con los miedos de la gente ante las nuevas olas de terrorismo; con las angustias provocadas por la falta de oportunidades, aún en el país del American Dream; se conectó con la incertidumbre que genera un mundo cambiante, con el hartazgo de una clase política tradicional que alrededor del mundo se preocupa más por el PBI y crecimiento económico que por el verdadero bienestar de las personas. Y que no toma medidas correctivas para corregir las desigualdades del sistema y asegurar algo tan crucial como el acceso a la salud para todos los ciudadanos.

No sé si Trump lo hará o no. Ojalá nos sorprenda. Pero mi reflexión apunta hacia la necesidad de educar emocionalmente a nuestros hijos. Porque tanto ellos como nosotros, somos analfabetos emocionales. Desde el nacimiento mismo de los sistemas educativos formales, se puso absoluto énfasis en el desarrollo intelectual y no en el emocional. Y es éste último el que finalmente nos asegura levantarnos cada mañana llenos de optimismo y esperanza para enfrentar la vida. Nos garantiza esa fortaleza interior que impide caer frente a las adversidades y luchar por nuestros sueños. Nos permite tener ideas, ponerlas en práctica, cuidar nuestro mundo, ser altruistas.

En su libro Educar las emociones, la Dra. Amanda Céspedes (Chile) afirma: “¿Cuál es el sentido último de las vinculaciones humanas, especialmente durante los primeros años de vida? Promover y fortalecer la armonía emocional, porque es una fuerza generativa formidable, un motor de conquistas que lleva al ser humano a la experiencia de la felicidad.”

Padres, tíos, primos, abuelos debemos ayudar a los chicos a conectarse y procesar sus emociones. Claro que no es fácil, porque apenas entendemos las nuestras. Dices Céspedes “Entender que ciertas conductas son el reflejo de nuestro mundo emocional es clave para que los adultos aprendamos a ser educadores de las emociones”

La psicóloga Maritchu Seitún (Argentina) brinda una clave: Prestar palabras. Desde que los niños son pequeños, aunque aún no sepan hablar, pongamos en palabras sus propias emociones. Decir cosas como: “Tenés rabia porque a tu hermana le regalaron un juguete. Eso se llama celos. Todos lo sienten en algún momento. Otras veces es tu hermana la que lo va a sentir” “Estás decepcionado porque esperabas que la abuela te lleve al parque y no pudo venir. Es lógico que estés triste. Otro día va a llevarte y vas a sentirte muy bien”. Es fundamental “avalar” y respetar los sentimientos y no distraer a los chicos con otras cosas para que se olviden de un mal momento. A los pocos minutos la sensación va a quedar atrás, pero ellos van a ir incorporando el lenguaje de las emociones y van a poder conectarse con ellas de forma mucho más saludable. Los invito a hacer este ejercicio.

La armonía emocional depende en parte de la propia biología que según el caso puede ser más proclive a la resiliencia o a la vulnerabilidad y en parte a lo que conocemos como medio ambiente: todas las interacciones que tienen las personas desde que son pequeñas con los otros que componen su entorno.
Tratemos que nuestros hijos puedan entenderse mejor a sí mismos y se transformen en adultos emocionalmente estables, que tomen decisiones adecuadas, que sean los líderes de un nuevo mundo, y que voten por presidentes que piensen en el bienestar colectivo por sobre todas las cosas.

“Y los individuos humanos, por su parte, suelen ser demasiado ignorantes y débiles para influir sobre el curso de la historia para su propio beneficio.”
Yuval Noah Harari en: De animales a Dioses. Breve historia de la humanidad.

Por Lic. Raquel Oberlander

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