Es un trastorno provocado por el aumento de la actividad eléctrica de las neuronas. Asimismo, es un padecimiento crónico con múltiples causas, caracterizado por la presencia de crisis epilépticas y/o movimientos corporales repentinos incontrolados (ataques epilépticos).
Se considera a un niño epiléptico cuando sufre ataques de manera reiterada en ausencia de una causa aguda que en forma aguda actúe sobre el sistema nervioso central (infección, tóxico, traumatismo, etc.)
Síntomas:
Los niños propensos a desarrollar epilepsia pueden experimentar su primera crisis epiléptica durante alguna enfermedad viral y/o al presentar fiebre.
Una crisis epiléptica es una manifestación clínica estereotipada, de inicio y fin brusco, cuya expresión puede ser motora, sensitiva, sensorial, psíquica o vegetativa. Cuando se manifiesta con alteración del tono muscular hablamos de convulsión.
Antes de un ataque o crisis, en ocasiones suelen presentarse cambios de humor, irritabilidad, dolor de cabeza y algunos cambios sutiles de la personalidad, lo que para muchos padres, es una gran ayuda para predecir eventos y poderse preparar para atenderlos adecuadamente ya que una vez iniciados no se pueden detener, sino únicamente controlar los factores externos que pudieran representar un peligro durante la crisis.
Causas:
El origen de la epilepsia se relaciona con cambios breves y repentinos del funcionamiento cerebral, constituyéndose como una afección neurológica. La epilepsia no es contagiosa ni es causada por enfermedades o retrasos mentales.
Esta patología puede deberse a lesiones o cicatrices cerebrales producidas durante el nacimiento o inmediatamente después de nacer. No obstante, existe otro tipo de epilepsia llamada idiopática cuyo origen se desconoce y no posee señales cerebrales.
Tratamiento:
El tratamiento primario de niños con epilepsia es fundamentalmente a base de medicamentos anticonvulsivantes.