Hasta Fito Páez lo repite: “es solo una cuestión de actitud”.  

Es una frase que solemos escuchar con frecuencia y que su concepto podría discutirse ampliamente, pero en definitiva, más allá de que sea simplemente cuestión de actitud o no, lo relevante es que la actitud importa y mucho.

Solemos encontrarnos en diferentes ámbitos con personas que asumen en la vida diferentes actitudes (en función de las circunstancias, edades, historias personales) y que se muestran al mundo desde ese lugar.

En lo que refiere a lo profesional o a lo laboral, no siempre encontramos cabida para lo vocacional. Están aquellos que aman lo que hacen, aquellos que lo hacen simplemente por cumplir con sus obligaciones y aquellos en quienes se percibe con claridad que no les gusta lo que hacen, pero continúan ejerciéndolo de todos modos. Lamentablemente, es posible encontrarnos en la vida con este último grupo, ya sea en una consulta médica, en una tienda, en la contratación de un servicio, en nuestro consultorio, o sin ir más lejos, en nuestro grupo de amigos o familiares. Generalmente son personas que se muestran enojadas con el mundo y que transmiten cierto malestar respecto de su alrededor.

Cuando vemos a estas personas, es inevitable cuestionarnos por qué están donde están y qué hacen (o qué no hacen) para cambiar su situación. No podemos generalizar, pero sí es posible tender la hipótesis de que muchas de estas personas posiblemente hayan tomado una decisión equivocada respecto a sus carreras profesionales y/o laborales. ¿Es posible ser feliz haciendo algo que no nos gusta?

Creemos que es posible sobrevivir, pero no estamos seguros de que podamos ser felices. Inclusive hay quienes dicen que “ser feliz es una gran utopía” y ya Galeano lo decía: “la utopía nos permite caminar”. Entonces quizá es posible generar cambios para lograr momentos de mayor felicidad. La cuestión radica en que el cambio implica un esfuerzo, que las personas no siempre están dispuestas a realizar.

Por otro lado, podríamos ubicar dentro de la gran parte de la población a aquellos que hacen su labor meramente por cumplir con ello y recibir un salario que les permita vivir. ¿Por qué no se atreven a tomar nuevas decisiones en dirección de sus sueños y apostar a construir un futuro más feliz?Posiblemente por miedo a salir de la zona de confort. Esa zona de confort nos mantiene acogidos y tranquilos durante un tiempo, pero también puede que en algún momento necesitemos movernos, buscar nuevos desafíos, apostar al cambio, y por qué no, rever las decisiones vocacionales y ocupaciones que hemos tomado. 

Cuando escuchamos a un joven que se encuentra cursando el segundo año universitario decir “en realidad me doy cuenta de que no me gusta lo que estoy haciendo, pero lo tengo que terminar, porque ya hice dos años y no puedo seguir perdiendo tiempo”, nos preocupa, y mucho. Nos preocupa que los jóvenes tomen decisiones impulsivas, que no se tomen el tiempo necesario para evaluar las diferentes opciones de estudio disponibles y que no sean capaces de re-ver las decisiones ya tomadas cuando las mismas les generan malestar. 

Esta modalidad de toma de decisiones, no solo impacta en el área profesional y laboral, sino en todos los aspectos de la persona. Pero si no contribuimos a generar nuevos puentes hacia la felicidad, entonces la utopía no tendría sentido.

Por Lic. Laura Bajuk y Lic. Ana Miguel

Licenciadas en Psicología

Directoras de Elijo Ser, centro de orientación vocacional e inserción estudiantil – www.elijoser.com.uy

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