Cada vez que salen noticias en la prensa sobre abusos hacia los niños o adolescentes, los padres tomamos contacto con este riesgo latente. Deberíamos tenerlo siempre presente, ya que se da mucho más que lo que aparece en las noticias.
Cada vez que salen noticias en la prensa sobre abusos hacia los niños o adolescentes, los padres tomamos contacto con este riesgo latente. Deberíamos tenerlo siempre presente, ya que se da mucho más que lo que aparece en las noticias. Muchas veces no llegan a una muerte y no trascienden porque prefieren que quede en el anonimato o porque no las denuncian. Pero la realidad es que en las noticias muestran un porcentaje mucho menor.
Cuando las personas piensan en un abuso, en general lo hacen creyendo que siempre el abusador va a ser alguien desconocido. A veces es así, pero en la mayoría de los casos son personas del entorno de los chicos. Los abusadores no siempre vienen de familias problemáticas ni son criminales peligrosos, sino familiares o figuras cercanas con vidas y comportamientos adaptados y “normales”. Por esto, no podemos confiar fácilmente y dejar a nuestros hijos con determinadas personas sin antes hablar respecto a qué hacer ante estas situaciones.
La mayoría de las personas que han sido abusadas tardan años en reconocer lo que les sucedió, y en muy pocos casos lo cuentan al instante. Y muchas veces lo cuentan pero no les creen. Muchas personas todavía sufren por el pasado y tienen secuelas emocionales: terrores, ansiedad, problemas de alimentación, disfunciones sexuales, asco, baja autoestima o dificultades para un contacto físico cercano.
Es indispensable que los padres ayudemos a que nuestros hijos no se conviertan en víctimas. Podemos prevenirlo con la información adecuada:
Los abusadores puede que busquen profesiones o actividades que les permitan estar en contacto con los niños a solas y ejercer como figuras de autoridad para ellos. Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, no vamos a poder identificarlos a primera vista, es más, cuando se los descubre, la gente cercana suele describirlos como “encantadores” o “inofensivos”.
Por eso es vital que la víctima sepa identificar si sufre una agresión aunque sea fugaz o disimulada por parte de un abusador. Pues existen, eso es evidente, y posiblemente hasta conocemos a alguno sin saberlo, igual que seguro conocemos a adultos que sufrieron abusos y a niños que los sufren.
Quizá es imposible evitar todos los abusos, pero sin duda es posible prevenirlos. Para hacerlo hay dos cosas que podemos hacer: 1) ser vigilantes y 2) enseñar a los niños que el abuso existe y que nadie puede tocarlos de forma inadecuada.
A los niños hay que explicarles qué lugares de su cuerpo y qué formas de tocarlos no son correctas y enseñarles que, si alguien hace algo que les incomoda, deben salir corriendo inmediatamente y no aceptar el contacto físico indeseado. Incluso no obligarlos a darle beso a alguien si no quieren, pues de ese modo se sienten dueños de sus cuerpos y saben que nadie puede forzarlos a hacer algo que no quieran.
Hay que explicarles, en la medida de su comprensión, que hay personas que, incluso pareciendo muy buenas, pueden engañar y tratar de hacerles daño o tocarlos de forma indebida. Y que nadie, absolutamente nadie, puede tocarlos o acariciarlos de forma inadecuada. Que ellos sientan que es extraño o que no les guste. Puede que eso haga que rechacen abrazos de alguien que es inofensivo, pero reforzarán su confianza y entenderán que tienen derecho a decir que no.
También, por supuesto, hay que enseñarles que no deben irse con extraños por ningún motivo (les pueden pedir ayuda para buscar un cachorrito, ofrecerles un juguete o una golosina o decirles que sus padres los mandaron a buscar y NO deben acercarse). Pero, por supuesto, ni todos los extraños van a querer hacerles daño, ni todas las personas conocidas o de confianza son siempre seguras.
La norma de no estar solos y no irse con desconocidos es fundamental. Deben gritar y huir si alguien quiere llevárselos y tirarse al suelo pataleando y gritando si los agarran. Pero, cuando se trata de personas conocidas de su entorno, el asunto es más delicado porque pueden tratar de engañarlos o asustarlos para que sean dóciles o callen lo sucedido.
Por eso, siempre debemos reiterarles que confiamos en ellos y que deben contarnos cualquier cosa mala que les suceda, pues creeremos en ellos y los defenderemos, incluso si la persona que los ha dañado es muy cercana a nosotros.
Un consejo general, de todos modos, es no dejar a nuestros hijos a solas con nadie en quien no confiemos absolutamente (ni familia, ni amigos, ni cuidadores, ni figuras con autoridad espiritual, ni maestros ni entrenadores o tutores) pues los abusadores aprovechan cuando el niño está desprotegido. Debemos estar abiertos a percibir signos de abusos y reiterarles que nadie puede tocarlos indebidamente y que, si algo extraño les sucede, deben contarlo inmediatamente para poderlos ayudar a salir de esa situación.
Tenemos que ser conscientes de que contarle esto a los niños puede causarles miedo y preocupación. La idea no es que vivan aterrorizados o desconfiando del mundo ni pensando que todos son malvados, pero sí que conozcan la realidad para poder enfrentarse a ella y evitar ser víctimas.
Vivir con miedo no los va a proteger, pero sí van a saber cómo actuar ante una situación de este tipo. Es decir, les estamos dando armas y protegiéndolos. También hay que explicarles que no hay que dejar de hacer las actividades por temor, sino que hay que estar atentos por si surge alguna señal de este tipo.
Hay que explicar las cosas desde que son pequeños y poco a poco, cuando aún no entienden qué es el abuso, y enseñarles a ser dueños de sus propios cuerpos y a tener confianza absoluta en nosotros. Podemos prevenir que sean víctimas del abuso sexual hablando con ellos.
¿Qué pasa hoy en día con el uso de Internet, las aplicaciones y redes sociales?
Es imposible dejarlos por fuera de estos elementos, pero el problema no son las aplicaciones, sino cómo educamos a nuestros hijos en el mundo virtual. Las aplicaciones posibilitan y habilitan interacciones e intercambios de datos reales en el marco del contacto virtual. Poner datos particulares hace que los abusadores puedan sacar información sobre ellos y luego la pueden usar para ubicarlos y engañarlos. Pueden hablar con personas que no conocen y que pueden ser peligrosas, y muchas veces crean perfiles falsos y lo hacen de forma muy creíble. Esto es válido también para los adultos.
Los padres tienen que conocer los códigos de acceso o contraseñas a las redes sociales que utilizan sus hijos. Ese conocimiento no debe surgir de una imposición, sino que tiene que estar pactado con el niño al permitirle tener redes sociales, entendiendo que no es una mera invasión a su privacidad, sino que en el caso que sospechemos alguna conducta extraña, vamos a estar atentos para ver si están en alguna situación de riesgo. No podemos vivir limitados ni aterrorizados, pero si prevenidos.
Y algo fundamental es educar en valores. En el respeto y en la empatía. Así como los educamos para que les tengan respeto a ellos, también educarlos para tenérselo a los demás. Porque estas personas que son abusadoras nacieron muchas veces también en familias. Por lo tanto, la mejor forma de prevenir también es educar desde todo punto de vista. La educación más importante está en la casa de la mano de los padres.
Es importante también ver la educación de los centros educativos y el control del personal que contratan. Cuando detectemos alguna conducta sospechosa en alguno de estos ámbitos que frecuentan nuestros hijos, hay que denunciarla enseguida.
Por Ps. Silvia Cardozo