El relato será singular y propio de cada familia; no hay recetas válidas para todos. Eso sí: los efectos que produzca la historia en el niño dependerán del cómo y del cuándo sea revelada.
Antes, la adopción era vista como una decisión con consecuencias misteriosas y oscuras, por eso era algo que debía ser ocultado, disfrazado. Era un tiempo en el que mentirles a los niños gozaba de cierta impunidad (total, no entienden… son chicos y no se dan cuenta… Si no saben, no sufren).
¿Por qué mentimos?
La psicopedagogía, de la mano de la psicología y la pediatría, empieza a redefinir qué cosa es la mente del chico, qué necesita, qué le hace bien… Las revistas especializadas, la televisión, los libros que difunden estos temas hacen el resto y ya nadie es inocente. Cuando a un chico se le miente, él de algún modo lo sabe. Por lo general, los adultos no mentimos para el bien del hijo sino porque tenemos dificultades para enfrentar temas que nos resultan incomprensibles, como la muerte, o que son dolorosos, porque exhiben aspectos de nosotros mismos que no nos gustan o que nos muestran frágiles o con fallas.
No poder "hacer" hijos es una falla del cuerpo y en este reconocimiento hay una gran dosis de frustración, de dolor, de celos y de envidia por todos aquellos que, sin proponérselo, sí pueden.
En otra época, frente a la proximidad de una adopción, la pareja simulaba un embarazo o inventaba un largo viaje del cual volvía con un hermoso bebé en brazos. La imposibilidad de dar a luz implicaba perder aquella condición que la sociedad determinaba como irrenunciable: madre y mujer eran casi sinónimos. En tanto, para el hombre, implicaba perder su potencia y su hombría y, sobre todo, no trascender con su apellido.
No hay un único modelo de familia
En ciertas culturas, ser madre es el mandato máximo de ser mujer. Se la ubica en un espacio cerrado y en un reino: el del hogar.
Sin embargo, es difícil llegar a reconocer que la familia es en sí misma una creación cultural, que puede o no estar basada en lazos biológicos. "La adopción es precisamente la posibilidad de formar una familia asentada no en la biología sino en la cultura".
Es importante que los padres adoptivos puedan pensar y cuestionar sus miedos, sus prejuicios y mitos acerca de la adopción y del modo en que se concibe al hijo adoptado en la cultura.
Los equipos interdisciplinarios que trabajan sobre este tema brindan orientación y tranquilidad a la pareja y, por supuesto, también los grupos que se organizan convocados por la misma experiencia.
"La gente llega con una idea muy fantasiosa de lo que es la adopción y en ese momento, por lo menos un 80% asegura que jamás le dirá a su hijo que es adoptado".
Pero a medida que se avanza en el proceso, esta idea va cambiando. Desde el momento en que llega la pareja solicitando ser padres adoptivos entra a una evaluación en la que paralelamente se le capacita en torno a una serie de temas que tienen que ver con su futura relación con el niño. En SENAME este trabajo, también es reforzado con talleres de padres, donde son ellos quienes comparten sus experiencias. "Así, poco a poco, la gente entiende que no es justo que toda la familia y amigos conozcan la realidad y él no y que actuar con la verdad es lo único que evita la crisis de confianza que habría en caso de que el niño descubra su origen por otras personas y no a través de sus padres".
Cómo y cuándo decirles que son adoptados
Aunque no existen recetas para el cómo ni el cuándo de esta revelación, la profesional es partidaria de dar a conocer el origen desde el primer momento, aún antes de que sepa hablar. "Los niños comprenden mucho más de lo que se imagina por lo que se le pueden enviar mensajes cariñosos que lo orienten, como amo el día que llegaste a nosotros, el día en que te encontré… ello va a facilitar el momento en que deba darse una explicación más clara y concreta. Hay que estar preparados, porque independiente de lo que uno quiera, los niños pueden inquirirlo en cualquier instante".
También hay que considerar que la noción de identidad se inscribe de diferentes modos cuando se es niño, púber, adolescente. No es lo mismo, no da igual conocer nuestra identidad a los dos, a los seis, a los diez ni a los doce. A veces, los padres plantean que quieren esperar a que el hijo sea más grande y pueda entender. Lo que sucede finalmente es que esta espera dura meses, años y nunca llega el momento ideal. Hay mucho miedo a que la verdad lastime, hiera y, sobre todo, separe. Sin pensar que el hecho de ser negado en su verdadero origen hace sumamente frágil al niño; reparar esto es un modo de devolverle toda su fuerza y su orgullo de estar en el mundo. Cuando los chicos conocen su verdadera historia en la adolescencia suelen reprocharles profundamente a sus padres ese ocultamiento. Ignorar lo que otros saben acerca de nosotros no ahorra sufrimiento, lo causa.
Con cuidado
La manera en que se transmita el relato, el hecho de que ese relato y esa verdad formen parte o no de la vida cotidiana, la forma en que se revele la información y quién la revele tienen efectos para la salud mental de los hijos.
¿Qué es ser adoptado? Es ser un hijo igual que los demás pero con una historia que empieza antes de encontrarse con su mamá y su papá.
No siempre es bueno contar todo lo que uno sabe. Es fundamental cuidar el acceso a la información, cuidar al niño que recibe esa información. Construir un relato no supone necesariamente hacer uso de todo lo que sabemos acerca de la familia biológica del niño. Como en tantas otras cosas, solemos pasar de aquella mujer que llenaba el vestido de almohadones, e inventaba un parto con lujo de detalles, a la consigna "hay que contar la verdad".
Hay padres adoptivos que prefieren hablar sólo cuando el niño pregunte. Ahora bien, ¿y si no pregunta? ¿Si percibe que de "eso los padres prefieren no hablar"? ¿Esperar a que interrogue acerca de su nacimiento no será un modo de no tomar las riendas del asunto? A veces pensamos que es bueno buscar ejemplos, usar personajes de la tele o situaciones familiares o escolares para explicar el tema. Siempre hay algún nacimiento, alguna intervención quirúrgica o, incluso, algún recién llegado. Sin embargo, los chicos no siempre están en condiciones de asociar su propia condición con un ejemplo que, en vez de clarificar, confunde.
Cuando los chicos conocen su origen en la adolescencia suelen reprocharles profundamente a los padres ese ocultamiento.
Expertos dicen que la información sobre el origen reclama cierto grado de independencia respecto a otros episodios de la vida, demanda intimidad… debido a la importancia del tema. La presencia de ambos padres es ideal en el momento de la información. No obstante, la experiencia nos muestra que habitualmente es la madre la que encuentra la circunstancia oportuna para hacerlo, de acuerdo con lo que ella siente como sintonía con su hijo en ese preciso instante. El padre, entonces, se incorpora al llegar a su casa.
Fortalecer el vínculo
Como siempre, y desde nuestra condición de seres humanos con baches y agujeritos, hacemos lo que podemos, cuándo y cómo podemos con respecto a dar esta información a nuestro hijo y a otras tantas cosas.
Desde que supieron que iban a renunciar a los tratamientos, Juan y Graciela fueron armando un álbum de fotos de la casa antes y después de la adopción. Los abuelos con el moisés recién bordado; ellos en el momento de ir a buscar a su hijo; el primer baño… y así de cada uno de los episodios del comienzo de su vida juntos. Desde el primer día hablaron con Germán de lo felices que eran cuando él llegó a esa casa para ser hijo. Seguramente, los chicos adoptados atravesarán momentos de ira y sufrimiento y los padres adoptantes tratarán de acompañarlos en la elaboración que ellos hagan de su situación original. "Saber que hay otra mamá que lo concibió lleva al niño a preguntarse qué pudo haber hecho para que ella lo abandonara. Esa idea naturalmente golpea al niño, pero si los padres están bien preparados van a estar abiertos para apoyar y acoger a su hijo en esta pena".
También hay que considerar que las preguntas del hijo adoptivo no buscan la respuesta justa sino que intentan confirmar que el otro está dispuesto a contestar lo que puede, lo que sabe; que el otro es confiable y va a escuchar, a tolerar las incertidumbres e inquietudes que aparecen. Ese reconocimiento fortalece los vínculos entre padres e hijos.
Más allá de lo biológico
Asumir y ejercer la paternidad o maternidad es tomar conciencia de un proceso, un rol a construir, una función que cada uno despliega en forma singular y que no se reduce a un hecho biológico.
La capacidad de procrear en sí misma, por sí sola, no nos hace padres, del mismo modo que lo que enferma no es ser hijo adoptivo sino los secretos y el modo de manejar la información acerca del origen y la diferencia con "los otros".
El primer acto de la madre biológica no fue abandonar sino dar a luz, cuidar, dar vida. Cuando llega la hora de relatar la historia, algunos padres cuentan haberse sentido "como ante
Es fundamental nombrar, pronunciar la palabra adopción desde que el niño nace y evitar siempre el ocultamiento.