Los trastornos alimentarios son severas enfermedades y no siempre resulta fácil reconocerlos. Sobretodo es necesario saber cuándo podemos ayudar a un/a hija/o cuando se niegan a aceptar la enfermedad y buscar ayuda por este tema.

Antes que nada debemos saber que son enfermedades graves, que no se curan si no es con un tratamiento específico, y que afortunadamente podemos confiar en que las personas que los sufren, si son atendidas, pueden volver a tener una vida normal.

Muchas veces nos consultan por chicas o chicos, pero ellos lo niegan por más que se les pregunte.

Entonces, en qué nos debemos fijar:

1.- En cómo se alimenta: No solamente padecen esta enfermedad las personas que se niegan a comer, sino también aquellas que comen en exceso, sin adecuarse a horarios, de forma muy desordenada. También las personas que permanentemente dicen estar a dieta y por eso no se permiten un helado o una torta, y al mismo tiempo vemos que no bajan de peso. Otros empiezan con ciertos “caprichos” con la comida como por ejemplo seleccionar alimentos, repetir siempre los mismos, como por ejemplo manzanas o yogur, o eliminar otras de las dietas como las carnes o el azúcar.

Todas aquellas conductas relacionadas con la comida que nos alejen demasiado de la integración con el resto de las personas nos permiten pensar que una problemática más grave esta creciendo.

2.- En el peso: chicas/os extremadamente delgadas o con sobrepeso: lo que nos muestra que se está alimentando de menos o en exceso.

Los cambios demasiado rápidos o muy importantes también son riesgosos, a veces lograr un peso normal puede ser la consecuencia de pasar mucha hambre o de tener alguna otra conducta auto agresiva. Lo mismo ocurre cuando observamos un aumento de peso considerable en poco tiempo: algo le está sucediendo a esa persona y probablemente le venga bien un poco de ayuda.

Algo muy importante: la mayor parte de las personas con un Trastorno Alimentario tienen un peso acorde a su complexión física. Lo fundamental es la relación que se tiene con la comida. 

3.- El relacionamiento con lo demás: Tenemos un hijo que ya no es el mismo, no quiere salir o se la pasa encerrado en su cuarto, o simplemente siempre está de malhumor, buscando un motivo para ofenderse o pelear.

Sabemos que se encierra a llorar y ya no le gustan las cosas que siempre le gustaron… Todo esto nos habla de un cambio en su estado de ánimo, de su aislamiento, de su disconformidad consigo mismo y su baja autoestima.

4.- Temas de conversación “cuerpo y comida”: cuando el asunto vuelve siempre a los comentarios o críticas sobre el cuerpo propio o ajeno, vemos que existe una preocupación “no normal” sobre el cuidado personal y siempre habla de calorías, dietas, recetas, formas de adelgazar.

Todo lo que nos aleje de nuestros seres queridos es una alerta.

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