En los primeros meses del bebé, el vínculo con su madre es muy fuerte, tanto, que según diversos estudios, comparten el mismo territorio emocional.
En palabras de Laura Gutman, “no hay fronteras entre el ‘campo emocional de la madre’ y el ‘campo emocional del niño’”, es decir, la madre siente todas las sensaciones del bebé “como propias” y el bebé también siente las vivencias de la madre como suyas. Eso explica porqué una madre puede despertarse durante la noche segundos antes de que lo haga su bebé o por qué la sabiduría popular afirma que si la mamá está nerviosa o estresada, su hijo también lo está.
Si bien la llegada de un bebé a la familia trae mucha felicidad y emoción, trae también nuevas preocupaciones, cansancio, sueño, nerviosismo, etc. Se dice que la madre necesita tranquilidad para poder atender a su bebé, pero habitualmente no se explica por qué es tan necesaria esa dedicación casi exclusiva durante las primeras semanas.
Uno de los motivos es justamente este, el hecho de que siguen compartiendo un mismo territorio emocional, a pesar de que el bebé ya se encuentre fuera del cuerpo materno.
Cuando el bebé nace, parece que se convirtió en “otro”, pero como señala Gutman, fundadora del instituto Crianza y autora de varios libros dedicados a la maternidad, mamá y bebé “son como dos gotas de agua dentro del océano. No es posible identificarlas separadamente”.
Madres: cuando las personas hablan en voz alta o hay ruidos, ¿no les molesta?, ¿no se les llenan los pechos de leche segundos antes de que el bebé se despierte?, cuando no están en casa y su bebé se quedó al cuidado de otra persona, ¿no llaman justo cuando está llorando?, estos casos (y claramente otros), demuestran que la madre siente las sensaciones del bebé “como propias”.
El bebé también siente las vivencias de la madre “como propias”, y, como indica Gutman no distingue “entre las que son conscientes y las que no, entre las que pertenecen al pasado, al presente o al futuro”. Por ejemplo, muchas veces las madres buscan olvidar o superar “malos” recuerdos del pasado como abandonos, pérdidas afectivas, soledades. Y, muchas veces creen que han superado estas situaciones pero el recuerdo sigue allí dentro. ¿Qué pasa con el bebé?
Propone revisar estas situaciones dolorosas del pasado. Y, como señala Gutman, “mientras nuestro corazón interno llore, el niño llorará; mientras la rabia y el enojo operen, aunque seamos muy simpáticas y encantadoras, el niño gritará y se retorcerá de furia; mientras el desamor infantil siga instalado, el niño no logrará calmarse”.
También los bebés sienten las cosas del presente, por ejemplo, cuando las mujeres se siguen ocupando de la casa, de otros hijos y además del bebé que requiere mucho tiempo se sienten cansadas físicamente y psíquicamente y esto también lo siente el bebé.
Entonces, es importante tener presentes estos aspectos cuando el bebé llora o está molesto y no sabemos por qué. Gutman indica que “cuando el niño ha sido amamantado, tenido en brazos, acunado e higienizado, y sin embargo continúa molesto, es hora de preguntarnos ´¿qué nos sucede?´ en lugar de ´¿qué le sucede?´.
La ´fusión emocional´ se convierte así en un camino de autodescubrimiento. Porque nos permite formularnos preguntas íntimas, verdaderas, llenas de sentido, en una dimensión espiritual tal vez nunca alcanzada con anterioridad”.
El bebé es un “espejo” de la mamá y permite que ella se reconozca, que vea lo que está sintiendo. Lo importante es que la madre aprenda de este contacto profundo con el bebé. Es bueno también que las personas cercanas (esposo, familia, amigos) apoyen a la mamá.
El rol del papá en esta etapa más que nunca debe ser de sostén, para que la madre pueda volcarse profundamente al contacto con su hijo. Para eso es importante que la pareja se encuentre bien constituida antes de la llegada del primer hijo.
Los bebés llegan al mundo con necesidades físicas, pero también tienen necesidades emocionales y no pueden sobrevivir sin ser asistidos integralmente. Como indica Gutman, “el bienestar o el malestar hacen toda la diferencia en este tiempo mágico de todo ser humano. Me atrevo a afirmar que éste es el momento en que se divide la humanidad: entre quienes han recibido resguardo, contención y contacto corporal, y quienes no”.
Cuando los bebés nacen, pasan de estar en el útero materno (donde oyen los latidos del corazón de la madre, la voz, los ruidos del cuerpo materno, perciben) a estar en un ambiente más frío y seco. Para que el bebé pueda soportar esta “nueva vida”, necesita buenas condiciones y lo que más necesita son los brazos de su madre, estar refugiado en el cuerpo de su madre.
En palabras de Gutman: “al abandonar la más completa hospitalidad que ofrece el útero materno, necesita llegar a un solo lugar: los brazos de su madre” y agrega “el niño amparado y fusionado sabe que obtendrá lo que necesita. Ésa es su experiencia cotidiana, que se repite a cada instante y que conforma una rutina sin sobresaltos.
La seguridad interior se establece y posiblemente ya no se mueva nunca más de las entrañas de ese ser. Sentirse seguro, amado, tenido en cuenta, estable y con total confianza en sí mismo y en los demás… es obviamente el tesoro más preciado para el despliegue de su vida futura”.
¿Qué hacer ante la falta de fusión emocional?
Hay que tener en cuenta que nunca es tarde para sanar la falta de fusión emocional. Gutman pone un ejemplo claro: si un niño de tres años pide upa, es porque lo necesita. A veces pensamos “ya está grande para hacerle upa”, pero no importa, lo sigue necesitando, tal vez le faltó cuando era pequeño. En la infancia hasta el comienzo de la adolescencia (catorce o quince años) los niños pueden reclamar lo que precisan, por ejemplo, presencia, caricias, cercanía, mirada, atención, dedicación. Gutman señala que “nadie pide lo que no necesita.
A medida que pasan los años, esas necesidades no satisfechas siguen operando con la misma intensidad que en sus comienzos. Pero los adultos estamos cada vez menos dispuestos a comprender los mensajes, sobre todo repitiendo la frase ´ya sos grande´. O la de peor categoría: ´Eso es una regresión´”.
Es necesario escuchar cada pedido de los hijos desde el alma, pero para para eso es necesario poder entrar en contacto con esa alma.
Para facilitar la conexión con el bebé:
-Olvidarnos de los relojes.
-Usar kepinas o portabebés o algún sistema cómodo que nos permita tener al bebé en brazos sin tanto esfuerzo físico.
-Delegar todas las tareas posibles, respecto al cuidado de niños mayores o a las tareas domésticas.
-Pensar que estamos de vacaciones y que solo daremos prioridad al placer.
-Dormir con el bebé.
-Pasar momentos a solas con el bebé, sin otros niños y fuera de la observación de otros adultos.
-Pensar que cada instante que el bebé no está sobre el cuerpo de su madre, tiene la vivencia de “no mamá”.
Hablar con el bebé utilizando palabras simples, contándole todo lo que nos sucede, aunque sea algo doloroso o difícil.
-Si trabajamos, al llegar a casa, sacarnos la ropa que hemos usado y vestirnos con ropa cómoda o incluso desnudarnos y meternos con el bebé en la cama.
-Si trabajamos, permitir que el bebé “recupere” el tiempo perdido.
-No compartir con los demás el modo en que nos vinculamos al bebé. Esas decisiones forman parte de nuestra intimidad.
Fuentes:
-Libro Mujeres visibles madres invisibles de Laura Gutman.
-Página web: www.iniciativat.com
Imagen: www.morguefile.com