El bebé en sus primeras etapas necesita de los cuidados maternales, por eso es muy importante encontrar un jardín que tome parte de este rol de madre en el momento en que ella no está.
Dejar ¿crecer, cuidar o educar?
Los grandes cambios producidos dentro de la familia hacia el final del siglo XX, llevaron a que esta delegue algunas funciones en las instituciones educativas y recreativas. La familia del siglo XXI ya no gira en torno a la crianza del niño, sino que cada integrante está más centrado en sí mismo. Ya sea por necesidad o por elección, los hogares permanecen vacíos durante varias horas del día.
De todos modos, lo que no ha variado son las necesidades del niño en sus primeras etapas de vida, esto es: recibir cuidados corporales y vivir en un ambiente facilitador, continentador (Winnicott, 1967), que además de satisfacer sus necesidades, se adecue a sus ritmos y acompañe su crecimiento. Estas son funciones que normalmente desempeña la madre (los padres), y que son delegadas al Jardín de Infantes y Maternal.
Por lo tanto consideramos que la función principal del Jardín en la Sala de bebés es lade subrogar el rol materno.
Para desarrollar esta función, es imprescindible trabajar creando una red entre los padres, el bebé y la institución (personificada en la educadora) Esto es fundamental para generar confianza y sostener la “parentalidad” de los padres, por un lado, como para conocer y adaptarse al bebé por otro
Se hace necesario:
– Conocer la historia (y pre-historia) del bebé
– Conocer los personajes y vínculos familiares
– Detectar las expectativas (explícitas y latentes) de los padres
– Acercarse a la “cultura” familiar.
Como ya dijimos, el bebé en sus primeras etapas necesita de los cuidados maternales, através de esta relación irá conformándose como individuo. Este vínculo se construye fundamentalmente a través de los cuidados corporales (recordemos que el yo es un yo corporal) (Freud,1914). Por lo tanto la alimentación, la higiene y la hora del sueño son los momentos fundamentales donde se privilegia el sostén, la mirada y la piel.
Preferimos referirnos al vínculo de la educadora con el bebé en términos de interacción, más que de estimulación. La interacción supone un accionar de a dos, a modo de una danza, con un ritmo que se va ajustando de común acuerdo. La estimulación, en cambio, parte del ambiente y puede ser adecuada, escasa o excesiva.