La maternidad tardía es un fenómeno internacional en aumento que ya empieza a reflejarse en Uruguay.

La maternidad tardía es un fenómeno internacional en aumento que ya empieza a reflejarse en Uruguay.

En los tiempos que corren, con la liberación feminista, los nuevos roles que ha asumido la mujer en la sociedad, lleva a que muchas veces el instinto materno se despierte cuando el reloj biológico indica que ya es un poco tarde. Muchas mujeres han puesto todo su esfuerzo en realizarse económica y profesionalmente y algunas ni siquiera han formado parejas estables hasta cerca de los 40 años. En ese momento sienten que están dispuestas a dedicar su tiempo a tener y cuidar un hijo.

Los ginecólogos que ejercen la profesión hace muchos años señalan que la edad promedio de sus pacientes primerizas se ha corrido unos 10 años, en las últimas décadas, o sea de 20 y pico a 30 y pico. Mientras que en las clases sociales más bajas preocupa el tema de la maternidad adolescente, en las clases más altas es frecuente ver embarazadas que están pisando los 40 años.

En los sectores altos de la sociedad, los tiempos culturales le están disputando terreno a los tiempos biológicos. Claro que todo tiene su precio: mientras las mujeres se sienten plenas a los 40 como para comenzar a jugar el partido de la maternidad, su cuerpo avisa que está en los descuentos. Hay mil y una historias felices de madres primerizas a esa edad, pero también muchos miedos y finales no tan felices.

Más allá que la mujer de clase media y alta ha ganado en protagonismo social y calidad de vida, sintiéndose plenamente joven a los 40, hay algunos datos de la realidad que son incambiables. Al final de los 30, pero especialmente a comienzos de los 40, arrancan ciertas desventajas en materia de fertilidad, condiciones fisiológicas para llevar un embarazo a buen puerto, y probabilidades y probabilidades de concebir un feto sin anomalías genéticas.

La menopausia marca la última menstruación, que en promedio ocurre entre los 48 y 52 años. Pero la perimenopausia se inicia cinco o diez años antes, y es entonces cuando verdaderamente comienza a declinar la fertilidad. Su curva describe una meseta entre los 30 y 35 años, pero luego baja abruptamente. La probabilidad de que una mujer ya no pueda concebir a partir de los 35 está por debajo del 20 por ciento, pero cinco años más tarde trepa al 40 por ciento. A los 45, ya alcanza el 80 por ciento. 

Los embarazos a partir de los 36- 38 años son considerados “embarazos de riesgo” las madres deben estar mucho más controladas por las posibilidades de complicaciones. Y generalmente se aconseja realizar estudios de amnioscintesis para eliminar posiblidades de anomalías genéticas. En estas edades las preeclampsias y otras enfermedades del embarazo frecuentemente a nacimientos de bebés prematuros. También es mucho más frecuente que los partos sean con cesáreas. En cuanto a la crianza de los hijos nacidos de esas mamás parece ser muy buena.

Son señoras que amamantan con entusiasmo, se dedican muchas horas a sus hijos sin sentir la frustración de “estar perdiéndose algo” como les sucede muchas veces a las mamás más jóvenes. Ellas disfrutan de esta etapa y generalmente entablan muy buena relación con sus hijos. Estos niños, se crían sin abuelos, ni primos de su edad e incluso en el jardín de infantes notan la diferencia entre sus padres y los de otros chiquitos. Una de las grandes preocupaciones de estos padres es saber si van a llegar terminar de criar a sus hijos.

La contracara de este fenómeno que ya se está estudiando en Europa, es la responsabilidad que va a recaer sobre los jóvenes de padres muy mayores, apenas adolescentes o universitarios, en la edad de empezar a formarse en sus profesiones, desarrollarse en sus empleos, van estar tener responsabilidades propias de adultos.

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