En la búsqueda de una manera correcta de vincular a nuestros hijos con el dinero, aparecen las consideraciones e interrogantes sobre el sistema de mesada o semana.
¿Es aconsejable darles MESADA? ¿Cuánto? ¿A partir de qué edad?
Por supuesto no hay indicaciones categóricas acerca de lo que está bien y lo que está mal y es cada familia la que debe encontrar sus respuestas según sus propios sistemas de creencias y valores y sus propias experiencias. Pero intentaremos brindarles aquí algunas sugerencias que sirvan de punto de partida para la reflexión.
Para comenzar, digamos que los chicos tienen un contacto cada vez más temprano con el dinero. Antes de los dos años, ya nos piden que compremos cosas: cuando nos acompañan al almacén, cuando vamos al supermercado, cuando pasan frente a una juguetería, cuando ven un anuncio por televisión. A esa edad no entienden claramente el concepto de dinero pero saben que eso que quieren no lo pueden obtener si la mamá o el papá no entregan una moneda o un billete a cambio. Y por supuesto a partir de ese momento empieza una escalada de pedidos sin fin: Listas interminables de pedidos a Papá Noel, extensas y pormenorizadas cartas para los Reyes Magos, rabietas en medio de la calle cuando no accedemos a sus solicitudes y amenazas si no les damos plata para comprar algo en la cantina del colegio. Esto sin considerar los sofisticados sistemas de chantajes del tipo: “Me lavo los diente si me comprás un nuevo juego de play station” , “Me baño si me comprás el robot de Power Ranger”, “Si no me comprás una Coca no voy al club”. Por supuesto estas frases no las inventé ni las escuché de ningún extraterrestre, sino de las dulces vocecitas de mis propios hijos.
Ante estas situaciones la mayoría de los padres respondemos de forma bastante heterogénea, en algunos casos hasta arbitraria: Dependemos de la disponibilidad momentánea de dinero (generalmente los chicos tienen más suerte si acabamos de cobrar el sueldo!), de nuestra disponibilidad de tiempo, (si estamos apurados o con tiempo para escuchar sus reclamos), de nuestro estado de ánimo, de nuestros propios intereses y debilidades (¿quién no compró un juguete para su hijo porque se moría de ganas de tenerlo?!!!), de los comportamientos previos de los chicos (como se portó bien… se lo voy a comprar), del tiempo que pasó desde la última compra… (Juancito: Hace dos minutos te compré un alfajor!!)
Otras veces (tal vez las menos), intentamos que nuestro comportamiento se corresponda con los criterios y valores que manejamos respecto al uso del dinero: “Aunque tenga dinero no lo compraré porque acaba de recibir tres juguetes nuevos”, “Si compro esto no me alcanzará para pagar otra cosa que considero más importante”, etc.
El establecer un sistema de MESADA es una oportunidad para que los niños empiecen a tomar sus propias decisiones respecto al dinero, y para que – sobre casos reales- podamos indicarles cuáles creemos que han sido correctas y cuáles no. Y si realmente
nos interesa que aprendan a hacer un uso responsable del dinero, este sistema será más efectivo que sentarlos dos horas a explicarles conceptos teóricos.
¿A partir de qué edad?
A partir de los 6 – 7 años, cuando ingresan a la escuela, los chicos ya conocen los billetes, aprenden a sumar y pueden saber si una cantidad de dinero es suficiente para adquirir determinado objeto. También pueden verificar que el vuelto que se les devuelve es correcto y tienen una noción cabal del concepto de FUTURO: comprenden que si guardan, tendrán dinero para comprar otra cosa más adelante.
Por eso es un buen momento para iniciar la experiencia de darles una cantidad de dinero para que manejen.
Si no desean instaurar desde el comienzo la opción de la mesada, para que no se transforme en un hábito cuasi obligatorio, se puede comenzar con una o varias pruebas, dándoles dinero en una ocasión especial. Por ejemplo: para una salida con los abuelos, para un paseo con el grupo escolar, durante las vacaciones de verano, en un paseo al parque, etc. En esa ocasión les diremos: “Tienes esta cantidad de dinero para gastar en estos tres días de vacaciones. Mamá y Papá te van a comprar la comida, van a pagar el transporte y tú con esta plata podrás comprarte un helado, caramelos, un juguete, etc. Pero debes saber que cuando se te termine, no tendrás más. Por lo que te aconsejamos pensar bien antes de tomar la decisión de qué comprar”.
Probablemente el chico querrá comprar lo primero que pase frente a sus narices, pero el adulto que lo acompañe le dirá: “Podés comprarte esto, pero pensá si es lo que realmente querés. ¿No preferís esperar por si luego encontrás algo que te guste más?”
Los estaremos ayudando a comprender que el dinero no es ilimitado, y que existe una gran diferencia entre necesidad, ganas y deseos.
Hay cosas que compramos porque las necesitamos, y hay cosas que queremos, pero que no son imprescindibles y podemos vivir perfectamente sin ellas.
También podemos incentivarlos a desarrollar el hábito de AHORRO haciéndoles ver por ejemplo que si tiene 5 pesos diarios, puede comer un chocolate todos los días o guardarlos para comprar el sábado ese juego de cartas que tanto le gusta.
Cuando los niños realmente tratan de ahorrar para cosas que ellos desean, se imponen una disciplina admirable, y al alcanzar sus metas mejoran su autoestima y su orgullo personal.