Tus hijos se pelean: ¿dejás que se arreglen como puedan o decidís intervenir? Se quejan porque no les gusta la comida que preparaste; ¿los dejás sin comer o les ofrecés una alternativa?

Te dicen que están aburridos. Dicen que la maestra es mala. O que se pelearon con una compañera que no los invitó a su cumpleaños. Todos los días los padres nos enfrentamos a situaciones que nos colocan en la disyuntiva de intervenir o dejar que los problemas “se resuelvan solos”. Y si bien esta segunda opción parecería ajena o contraria a nuestro rol educativo, no siempre es así.

Como tantas otras veces, la inspiración para esta editorial surge de un libro. “Antifrágil”, del libanés Nassim Nicholas Taleb, habla sobre las cosas que se benefician del desorden. Sostiene que a diferencia de la creencia popular, y de los parámetros que tenemos incorporados a nuestras vidas y conciencias, “hay cosas que se benefician de las crisis; prosperan  y crecen al verse expuestas a la volatilidad, al azar, al desorden y a los estresores…” Sobre todo, los organismos vivos. Y entre ellos, los niños. Sostiene que a veces, quienes más intentan ayudar, acaban perjudicando.

Explica que cuanto más compleja sea una sociedad, más vulnerable será  a una gran crisis. Lo que llevado a nuestras familias significa que cuanto más querramos controlar todo lo que sucede, más vulnerables serán los chicos a algo que escape a nuestro control. Y por supuesto, en este mundo, siempre aparecerán sucesos imprevistos. El los denomina Cisnes Negros y sostiene que  “…ahora podemos ver que privar a los sistemas de estresores, de estresores vitales, no es algo necesariamente bueno y puede ser perjudicial….En resumen, lo que innova es el exceso de energía que se libera al sobrereaccionar a un contratiempo”

Taleb sostiene que en la época moderna que estamos viviendo, intentamos innovar partiendo de una situación de comodidad, seguridad y previsibilidad, en lugar de aceptar la noción de que la inventiva surge de la necesidad.

En realidad, creo que se trata de una nueva explicación para un mecanismo del cual los padres ya escuchamos hablar: “sobreprotección”. Que implica hacer por los chicos lo que pueden hacer solos. El dice que “si estamos vivos, hay algo en lo profundo de nuestra alma que anhela cierta medida de aleatoriedad y desorden.” Y que  “Si pudiera predecir exactamente cómo me va a ir en el día, me sentiría un poco muerto” . Una mirada que nos permite relajarnos, dejarnos fluir en nuestro rol de padres, y simplemente preocuparnos por tener la sabiduría para saber cuándo actuar y cuándo no.

Por Lic. Raquel Oberlander

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