Pocas cosas nos preocupan tanto como la falta de apetito de nuestros hijos. 

EL PRIMER ALIMENTO
Estas preocupaciones no son ninguna tontería. Al fin y al cabo se trata de la salud del pequeño ¿Qué madre es capaz de retirar tranquilamente la papilla solo porque un enano de un año decide que no quiere comer?

Hacerlo le daría la sensación de ser una pésima madre. Por el contrario, cualquier madre tratará de convencer a su hijo para que coma, aunque sólo sea un poquito. Desgraciadamente, esto puede ser ya el principio de un círculo vicioso del cual, una vez establecido, resultará bastante difícil zafarse. Debería llamarnos la atención que estos conflictos con la comida prácticamente nunca se dan con el padre, aunque éste colabore activamente en la crianza. Esto se debe a que entre el bebé y su madre existe un vínculo muy especial.

El recién nacido sale de una situación en que no necesita pedir nada, ya que todo le llega automáticamente a través del cordón umbilical. En el hostil mundo exterior, su primer alimento-consuelo es el pecho de la madre (incluso si este pecho es una mamadera). Gracias a que la madre lo acoge, lo cuida y lo alimenta, el bebé puede sobrevivir.

TU, YO Y LA PAPILLA
A pesar de que en ocasiones ya se presentan conflictos en esta primera etapa, lo más corrientes es que todo vaya bien hasta la segunda mitad del primer año. La llegada de los dientitos y de la comida sólida constituyen un gran paso evolutivo en la vida del niño. Sabemos por experiencia propia que todo lo nuevo significa a la vez un enriquecimiento y una renuncia. También el bebé, cuando pasa a una nueva fase de su vida, gana y pierde a la vez. ¿Pesará más la ganancia o la pérdida?

PREVENIR LAS RESISTENCIAS
Conociendo estos escollos, ya no nos extrañará que nuestro hijo pueda presentar algún problema con la comida. La manera más fácil de afrontarlo consiste en evitar que se presente. Para ello, sería recomendable atenernos a los siguientes puntos:

  • Hay que trasmitir al chico la sensación de que comer es un acto placentero y no un duro deber. Es conveniente sentarlo pronto a la mesa familiar, en su sillita, pero solo si el ambiente es alegre y distendido. Comer con los dos papis que se gritan o que sólo hablan entre sí, ignorando a su hijo, no le abre el apetito a nadie.
  • No hay que forzar al pequeño. Si cierra la boca, gira la cabeza o escupe la comida, es que no tiene ganas de comer. Le podemos preguntar si quiere comer él solito o si prefiere otra comida, pero si sigue negándose, sus razones tendrá.
  • Tan pronto como manifieste deseos de hacerlo, deberíamos permitirle que maneje él la cuchara, aunque derrame la mitad. Muchos chicos no comen porque odian sentir que una mano ajena les introduce casi siempre demasiado rápido una cucharada tras otra.
  • Si el pequeño quiere probar alimentos nuevos, picoteando de nuestro plato, deberíamos permitírselo. También puede fomentar sus ganas de comer servirse él solo una pequeña porción de la fuente.

PROBLEMAS MAYORES
Hay una gran diferencias entre un chico que a veces no siente apetito o que rechaza algún alimento determinado a otro tan inapetente que apenas aumenta de peso. Podemos comprender fácilmente la preocupación de la madre de un niño con estas características. “A los trece meses mi hijo pesaba siete kilos”, cuenta Natalia, (lo normal son entre nueve y doce quilos) “No quería papillas ni ninguna otra comida sólida. La única forma de alimentarlo consistía en darle una mamadera de noche cuando estaba dormido. A las cinco de la madrugada la tomaba mejor que a cualquier otra hora, así que todas las noches me levantaba a esa hora, le preparaba una mamadera y se la daba dormido”

En casos así, los padres suelen pensar que el pequeño inapetente necesita vitaminas o un estimulante del apetito. Sin embargo, con o sin vitaminas, no se le puede obligar a nadie a comer contra su voluntad. Incluso bebés muy pequeños, de pocas semanas, desarrollan una energía sorprendente para defenderse contra esta imposición: lloran, vomitan, no duermen, se ponen rígidos, etc.

UN CIRCULO VICIOSO
En esta situación la madre debe preguntarse cuál es su vínculo afectivo con su hijo. Esto por supuesto no quiere decir que alguien dude de su amor hacia él. Al revés, es posible que lo quiera tanto que todo lo que se refiere a su bienestar la angustie excesivamente. El niño lo nota y se defiende negándose a comer. Es su único recurso para decir: yo soy yo, un ser independiente y un apéndice de mi mamá. En los casos donde no se puede destrabar este círculo vicioso, lo saludable es consultar con un psicoterapeuta que desenrede la madeja emocional entre ambos antes que se enrede más.

ALGUNOS TRUCOS
No hay recetas universales que puedan valer para todas las madres, pero sí existen reflexiones que todas están capacitadas para hacerse:

  • Preguntarse honestamente si el niño, de verdad, está malnutrido. En caso de duda, pedir al pediatra que le realice un chequeo.
  • Pensar en si existe algún factor que puede estar alterando la relación madre-hijo. ¿un nuevo embarazo, la vuelta al trabajo, problemas de pareja, quizá una hostilidad inconsciente hacia el hijo (porque exige mucho, porque quita libertad, porque no es como se le había imaginado)?
  • Anotar durante una semana todo lo que el bebé come a lo largo del día. A lo mejor no es tan poco ni tan inadecuado como la madre pensaba.
  • Si es posible, pedir a alguien que realice unas tomas de video a la hora de comer. Más de una madre ha quedado horrorizada al ver con qué insistencia y ansiedad trataba de alimentar a su hijo, aunque éste estaba dando muestras muy claras de que no quería más.
  • Para romper el círculo vicioso sería conveniente que, durante unos días, otra persona se ocupase de él a la hora de comer (quizá el padre pueda hacerlo). Otra solución es no darle de comer mientras no lo pida, aunque sea un día entero. Por supuesto, sin ansiedad ni sentimientos de culpa (no le pasará nada) Lo más seguro es que al día siguiente coma mucho mejor.
  • El amor que una madre siente por su hijo también se puede expresar fuera de las comidas. Conviene trasladar estos sentimientos positivos a otros momentos del día.

Romper un círculo vicioso nunca es fácil.
Incluso aplicando al pie de la letra todos los consejos, el bebé puede tardar algún tiempo en cambiar sus esquemas. Sólo hace falta mucha paciencia y amor. En último caso, una psicoterapia ayudará tanto a la madre como al niño a reencontrar la paz.

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