Con respecto a una situación de separación de la pareja, no hay que perder de vista que se está frente a una experiencia difícil y que lo es tanto para los padres como para los hijos.
No existe una edad del niño que sea mejor o peor que otra para concretar una decisión así, pero si es importante tener en cuenta algunas cosas .
Uno de los sentimientos más comunes que los padres tienen frente a sus hijos cuando comienzan a pensar en separarse es la culpa, que tiene que ver con el no poder darles una “familia ideal”, la que tanto soñaron.
Por eso son muchas las parejas que intentan dilatar el momento de ponerle fin al vínculo, pensando que de esa manera los hijos estarán mejor, y solemos escuchar el “no me separo por mis hijos”.
En estos casos, por lo general, casi siempre hay un adulto que no sabe como resolver su vida y al que le cuesta afrontar lo que debería hacer.
Lo importante es que, ante la decisión de separarse los padres tengan claro qué motivos los llevaron a tomar esa resolución, ya que es con la verdad con lo que deberán manejarse a la hora de explicarle al niño el cambio que se avecina en sus vidas. La verdad pone límites a las fantasías, a las sospechas y a las conjeturas que los hijos se hacen.
No hay que olvidar que los hijos sienten y saben acerca de lo que ocurre entre sus padres aunque ese sentir y saber no sea consciente y se exprese en un variedad de actitudes.
Finalmente, el niño deberá sentir que aún separados siguen siendo sus padres, que se separan entre ellos pero no de él. Y que lo van a seguir educando, sosteniendo, ayudando en su crecimiento y sobre todo amando. También debe tener claro que no debe elegir entre ellos.
El cambio les dolerá, no les gustará, tendrán que adaptarse y aprender a aceptarlo poco a poco, y esto llevará su tiempo. Pero si los adultos actúan correctamente, las cosas terminarán por acomodarse.