Hasta que un bebé es capaz de agarrar algo conscientemente, tiene que pasar casi un año. Una temporada importante en la cual las manos son las protagonistas.
Las manos de los recién nacidos son una fuente de información muy valiosa para los pediatras. Si el bebé se agarra fuertemente cuando le acercan un dedo, significa que el llamado “reflejo de agarrar” funciona bien y, por lo tanto, que el niño está sano. Es una de las pruebas que se efectúan durante el primer reconocimiento. A medida que los movimientos se van haciendo cada vez más controlados y coordinados, este reflejo va desapareciendo. A los seis meses no suele quedar ni rastro.
Durante las primeras cuatro semanas de vida, los recién nacidoss acostumbran a pasar mucho tiempo con las manos cerradas. En el segundo mes, ya pueden permanecer con las manos abiertas durante un lapso mayor. Se nota cómo empiezan a hacer esfuerzos por alcanzar lo que ven y les llama la atención. De todos modos, hasta el tercer mes, todo se queda en la intención. Pero entonces, aunque aún sea pronto para agarrar, ya hay que reconocerles sus méritos. Son capaces de mover ambos brazos en dirección al juguete o a la cara de su madre, es decir, hacia una meta determinada.
Si están acostados boca arriba, es normal que pasen mucho tiempo jugando con las manos. El “reflejo de agarrar” ya es casi inexistente. Alrededor de los seis meses, los bebés son capaces de utilizar solamente una mano cuando quieren alcanzar algo que les interesa. Lo curioso es que lo hacen prácticamente con toda la mano (la palma y los dedos, con el pulgar abierto).
En los meses siguientes van desarrollando una nueva habilidad: agarrar una cosa con cada mano. En una tienen, por ejemplo, una pieza del juego de construcción, mientras que con la otra agarran un muñeco.
Hacia los seis o siete meses aprenden a soltar lo que tienen agarrado. Un paso más adelante en su desarrollo lo dan a los ocho o nueve meses. Entonces los bebés emplean principalmente los dedos para agarrar un objeto y ya no tienen que apretarlo contra la palma de la mano para agarrarlo.
Y A LOS NUEVE MESES…
Ahora dan realmente un paso sensacional. Son capaces de dejar de una forma consciente y controlada lo que tienen en la manito. En esta fase muchos padres se desesperan porque, como es natural, los pequeños no paran de practicar lo que acaban de aprender. Lo tiran todo al suelo, especialmente cuando los llevan de paseo en su cochecito. Una de las “armas arrojadizas” favoritas y la que más a mano tienen, es el chupete.
No es necesario aclarar que el bebé no lo hace para fastidiar o molestar, sino simplemente porque está orgulloso de lo que sabe hacer y eso lo divierte mucho.
Cada semana el pequeño se vuelve más habilidoso. Con once o doce meses puede emplear el pulgar y el índice, ambos estirados, como si fueran unas pinzas. Es capaz de recoger las miguitas o las pelusitas más pequeñas de la alfombra. Alrededor del año aprenden a usar sus dedos como otra herramienta, las tenazas. El pulgar sigue estirado, mientras que el índice está curvado.
Durante esta fase de aprendizaje, los padres pueden ayudar a su hijo poniendo a su alcance los objetos más variados. Esto quiere decir ni demasiado lejos ni demasiado cerca: es decir, a una distancia que le permita llegar a su objetivo con un pequeño esfuerzo. Todo es nuevo, todo llama su atención. Desde los cubos de plástico, cuchara de madera o cuentos, hasta tapas de cacerolas, coladores y, naturalmente, su chupete. La cuestión es agarrar, aprehender, asir…como buenamente puedan.