
Una vez que hemos definido lo que es la bio individualidad y el espectro de la nutrición, estamos en condiciones de distinguir cuáles son las responsabilidades que los padres tenemos con respecto a la alimentación de nuestros hijos.
Lo primero que quiero recalcar es que las expectativas de nuestra sociedad en cuanto a la apariencia física de nuestros hijos son irreales. Hoy por hoy parecería ser que si los padres hacemos una buena labor, nuestros hijos comerán todo tipo de verdura, no se enfermarán nunca, tendrán un coeficiente intelectual elevado y serán felices y exitosos por el resto de sus vidas. En la vida real, esto no ocurre: los chicos no comen escarola, se resfrían en invierno, y tienen distintos tipos y grados de habilidades. Y también tienen distintos cuerpos y distintos pesos.
Por eso es conveniente recordar que nosotros no somos responsables por la constitución física de nuestros hijos: siempre va a haber niños que serán más bien flacuchos, y niños que tienden a ser regordetes. Esto no quiere decir que los padres no los alimenten bien, simplemente que la bio individualidad de estos niños es así, y nosotros no tenemos que sentirnos culpables por tener un pre escolar retacón o una hija flaca y alta en vez de tener “el hijo ideal”.
Lamentablemente, está por fuera de nuestro alcance controlar los comentarios de los demás, y puede suceder que alguien nos juzgue porque nuestro hijo esté así o asá: como padres, es cuestión de darnos cuenta que es más importante querer a nuestros chicos como son que tratar de amoldarse a estándares irreales de imagen corporal.
Otro punto importante es que ser flaco de niño no garantiza que alguien automáticamente será flaco de adulto. Todos sabemos que la mayoría de las niñas flacuchas, una vez llegadas a la pubertad, se transforman y tienen curvas. De la misma manera, hay niños que son regordetes pero “pegan un estirón” y se convierten en adultos de peso normal. En definitiva, el crecimiento de un niño no es ni lineal ni paulatinamente progresivo, y cada hijo tendrá su propia curva de desarrollo que solamente podemos evaluar con la historia familiar y la colaboración de un buen pediatra.
Una vez que hemos aclarado estos puntos, vamos a introducir el principio de alimentación positiva que la Psicología de la Nutrición recomienda. La base de este principio es ayudar a nuestros hijos a auto regularse, a aprender a escuchar las señales de su cuerpo, especialmente de su sistema digestivo y de la sensación de hambre. Este principio es válido para todas las comidas, incluyendo los snacks, se aplica para todas las etapas de desarrollo de nuestros hijos (con pequeñas variaciones) y se puede resumir así:
Los padres somos responsables por qué comer, cuándo y dónde.
Los niños son responsables por cuánto comen, y si es que deciden comer.
Vamos ahora a analizar todos los componentes de estas frases:
Los padres somos responsables por qué comer: una de las principales tareas de los papás es la selección de la comida. Lo que se pone en la mesa dependerá de lo que tengamos en la heladera y en la despensa, y esto a su vez dependerá de lo que hayamos comprado en la feria o en el supermercado. En este punto la organización es fundamental: debemos tener una idea clara de qué comidas son apetecibles y adecuadas en cada etapa de crecimiento en la que nuestros hijos se encuentren y planear con antelación.
Dentro de la responsabilidad sobre qué comer se incluyen también las salidas familiares a restaurantes y locales: somos nosotros quienes pedimos el menú, y quienes aprobamos las opciones.
Los padres somos responsables por cuándo comer: si un niño no come a la hora de la cena porque hoy tiene menos hambre que ayer no es problemático. Todos sabemos que el apetito fluctúa. Pero si este niño no quiere cenar porque comió dos bolsitas de papas chips hace media hora, es nuestra responsabilidad evaluar cuándo es que nuestros hijos están comiendo.
Por lo general, yo recomiendo a los padres ofrecer desayuno, snack a media mañana, almuerzo, merienda y cena. Si el niño no tiene hambre a la hora de la merienda, sentirá más ganas de cenar. Lo importante aquí no es obligar a nuestros hijos a comer (de acuerdo al principio, los niños son responsables por cuánto comen), sino que la idea es proporcionar una estructura en torno a la alimentación para que nuestros hijos aprendan a auto regularse. De la misma manera que un niño aprende a ir al baño antes de salir de paseo, también aprenderá a escuchar a su organismo entorno a la nutrición.
Los padres somos responsables por dónde comer: si la merienda se hace en casa y en familia o en el auto mientras conducimos a la práctica de fútbol es opción nuestra. Si nuestros hijos no quieren tomar merienda y media hora más tarde lloran delante del heladero, no tenemos por qué sentirnos presionados a comprar un helado. No se trata ni de ser duro ni de ser demasiado permisivos, simplemente, de proporcionar límites flexibles dentro de los cuales nuestros hijos aprendan comportamientos que les sirvan de por vida.
Especialmente en el “dónde” cabe notar que el ejemplo dice más que mil palabras: si nosotros comemos en el auto o delante del televisor, mal podemos esperar que nuestros hijos sigan otras reglas.
Los niños son responsables por cuánto comen, y si deciden comer: para que nuestros hijos aprendan a auto regularse es fundamental aceptar que van a comer las cantidades que su estómago les pidan, y no las cantidades que nos interesen a nosotros. Comentarios como “¡hay que limpiar el plato!” y “Sólo te doy postre si terminaste toda la verdura” pueden parecernos efectivos, pero a la larga no lo son. Es preferible que nuestro hijo coma poco durante el almuerzo y que sienta hambre a la hora de la merienda (es decir, se conecte con su sensación física) a que lo obliguemos a comer y pierda la noción de la diferencia entre “estar satisfecho” y “estar que explota”.
Hay chicos que naturalmente no tienen mucha hambre a la hora del desayuno y otros que almuerzan bien y cenan mal. Es cuestión de observarlos, y optimizar las opciones alimenticias para lograr una buena nutrición (por ejemplo, si observamos que nuestra hija almuerza bien, ofrezcamos los platos más nutritivos durante el almuerzo en vez de a la cena).
En las próximas entregas hablaremos de los errores más comunes que cometen los padres y cómo evitarlos. También daremos consejos para llevar a la práctica el principio de la nutrición, especialmente en lo que respecta a la preparación de menúes.
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