Es conveniente recordar que nosotros no somos responsables por la constitución física de nuestros hijos: siempre va a  haber niños que serán más bien flacuchos, y niños que tienden a ser regordetes. Esto no quiere decir que los padres no los alimenten bien, simplemente que la bio individualidad de estos niños es así, y nosotros no tenemos que sentirnos culpables por tener un pre escolar retacón o una hija flaca y alta en vez de tener “el hijo ideal”.

 

Lamentablemente, está por fuera de nuestro alcance controlar los comentarios de los demás, y puede suceder que alguien nos juzgue porque nuestro hijo esté así o asá: como padres, es cuestión de darnos cuenta que es más importante querer a nuestros chicos como son que tratar de amoldarse a estándares irreales de imagen corporal. 

Otro punto importante es que ser flaco de niño no garantiza que alguien automáticamente será flaco de adulto. Todos sabemos que la mayoría de las niñas flacuchas, una vez llegadas a la pubertad, se transforman y tienen curvas. De la misma manera, hay niños que son regordetes pero “pegan un estirón” y se convierten en adultos de peso normal.  En definitiva, el crecimiento de un niño no es ni lineal ni paulatinamente progresivo, y cada hijo tendrá su propia curva de desarrollo que solamente podemos evaluar con la historia familiar y la colaboración de un buen pediatra.

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