Cultivemos el hábito o rutina del ejercicio físico para la prevención del sedentarismo como factor de riesgo de numerosas patologías.

Sedentarismo y grasa corporal

Es común confundir sobrepeso con obesidad como si fuesen la misma cosa, sin embargo la obesidad se define fundamentalmente por el exceso de grasa que no es la única causa de sobrepeso. Diferentes patologías aumentan el peso corporal normal, evaluado al dividir la talla por el peso cuadrado. Una de estas patologías más frecuentes, diferente a la obesidad, es la retención de agua y sal. Por el contrario, el tejido adiposo contiene porcentualmente menos agua por lo cuál es un error tomar diuréticos para adelgazar. 

La distinción entre obesidad y sobrepeso permite comprender mejor la relación de la obesidad con el sedentarismo, ya que la falta de ejercicio físico es la causa principal del exceso de grasa respecto a la masa muscular magra.

El menor "gasto" de energía, lleva a que los adipocitos (células del tejido adiposo) acumulen grasa superávit de calorías no utilizadas; y el depósito de grasa, sustituye la masa muscular disminuida por el desuso.

La alteración del porcentaje de masa corporal magra (tejido muscular) y grasa (tejido adiposo) se entiende mejor observándolo en los alimentos de origen animal, por ejemplo en los pollos criado de modo sedentario, o en las vacas de establo (sobre todo si se sobrealimentan), que aumentan su peso, más por grasa que por carne magra.

Estos conceptos permiten jerarquizar el papel del ejercicio físico para combatir la obesidad, antes que el sobrepeso, pues un discreto aumento de peso corporal puede no traducir la verdadera magnitud de la obesidad. 

La proporción de grasa corporal: 

La proporción normal de grasa en el varón es menor al 25% del peso corporal, y en la mujer menos del 30%. La metodología precisa para determinar este porcentaje (impedancia eléctrica, radioisótopos, resonancia magnética, ultrasonido), se realiza sólo experimentalmente, no estando disponible para la práctica clínica. En el consultorio, el médico actualmente sólo dispone de determinaciones aproximadas, realizadas por el plicómetro, midiendo el espesor de diferentes pliegues cutáneos, debajo del omóplato, dorso de brazo, etc. 

Tanto la biología humana como la animal está diseñada para caminar, correr, saltar, trepar, lanzar, etc, y se afecta por el sedentarismo. Se estima que el ciudadano de las grandes ubes actualmente no camina más de 200 metros diarios, en u circuito que inicia y termina en la cama, pasando por la butaca del automóvil, de la computadora, frente al televisor. En este recorrido disminuye y sustituye por grasa su masa muscular. 

Los efectos morbosos del sedentarismo: 

El sedentarismo es considerado factor de riesgo de enfermedad por sí mismo, y como la obesidad, no debe relacionarse sólo con el aspecto estético. El ejercicio físico, además de mejorar la "silueta corporal", permite elevar el "standar" de salud y mejorar la calidad de vida al disminuir la incidencia de varias patologías. Durante el siglo pasado se demostró que los sedentarios sufrían más infartos cardíacos y cerebrales, hemiplejías, lesiones arteriales de miembros inferiores (con riesgo de amputación), y fallas las renales (con diálisis crónica).

En 1994 y 1995 se publicaron trabajos relacionando el "déficit de masa muscular" (o sarcopenia), con mayor incidencia de enfermedad y mortalidad, tanto para la edad adulta como para la edad avanzada. 

Estos estudios prestaron especial atención al efecto patológico, no tanto del exceso de grasa, sino al déficit de músculo. Jerarquizaban el significado de la pérdida de masa muscular, como principal reservorio de proteínas del organismo, y como índice del estado nutricional, de madurez biológica, y de independencia funcional. Cuando este déficit se asociaba con el envejecimiento, las consecuencias eran todavía más adversas.

Recientemente, en el Congreso Internacional de Cardiología (celebrado en Barcelona, en setiembre de 2006), se estableció que el sedentarismo era uno de los grandes desafíos para la medicina preventiva del siglo XXI. 

Se demostró que el ejercicio físico era un factor decisivo para evitar las alteraciones de las grasas en la sangre (triglicéridos y colesterol), para disminuir las cifras elevadas de presión arterial, para normalizar las de glucosa en sangre ( en estados de pre diabetes II del adulto), y para disminuir la circunferencia de la cintura, que recientemente se detectase como factor independiente de enfermedad arterial. 

Además, los trastornos de osteoporosis (frecuentemente en mujeres postmenopáusicas) también podían prevenirse, incluyendo el ejercicio físico como hábito de estilo de vida. 

"La cuestión no es jugar un partido fútbol a la semana o recorrer 60km en bicicleta el domingo, mientras el resto de la semana uno se abandona el sedentarismo. Lo mejor es encontrar 30 minutos cada día para caminar."

Quizá la próxima temporada estival, y las vacaciones, puedan ser una oportunidad adecuada para cultivar esta propuesta, como rutina diaria. 

La foto fue tomada de: www.morguefile.com 

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