Antes de pasar a relatarles esta linda historia que sucedió en un Hospital del interior de Uruguay, quisiera pedirles que, al leerla, piensen en todas las parteras que a diario ayudan a nacer cientos de niños en todas partes del mundo.
“Algunas lo hacen en países y lugares economicamente beneficiados; otras en lugares muy carenciados. Es un trabajo diario y silencioso, yo diría que demasiado silencioso, ya que muchas personas aún se preguntan si todavía existen las parteras.
Sin más paso a transcribir lo que le sucedió a la partera de nuestro relato, un día de guardia, en los que uno piensa que será como tantos otros.”
Ma. del Carmen Bacelar
Partera
Esta es una historia de desencuentros entre la naturaleza y la tecnología que comienza el jueves 6 de mayo de 1999 a las 6 y 30 de la mañana, en el Hospital Alvariza de la ciudad de San Carlos, Uruguay. Me encontraba en el cuarto de guardia, cuando la enfermera me comunica que la señora Alicia Díaz, portadora de un embarazo gemelar, consultaba por contracciones.
Inmediatamente fui hasta el consultorio, donde la paciente me relata haber estado con contracciones irregulares durante toda la noche y que esa mañana debía retirar una placa de abdomen que le había indicado el médico, ya que no se sabía si estaba de 32 o 36 semanas de gestación. No había habido coincidencia entre la fecha de su última menstruacion y sus dos primeras ecografías, y esa placa era importante para determinar por fin la edad gestacional de los bebés. Alicia hablaba tranquila y pausadamente, sin ocultar las molestias que le producían sus contracciones.
Procedí a tactarla, no siendo pequeña mi sorpresa cuando compruebo que la dilatación estaba completa y mis dedos tocaban un piecito… Me comunico telefónicamente con el ginecólogo y pediatra de guardia, ordenanado al mismo tiempo el traslado de la señora a la sala de partos.
A las 7 y 20 nació Juan con un peso de 2000 grs.; a las 7 y 30 nació Gustavo pesando 2400 grs. Ambos nacieron en la modalidad pie; o sea que venían ”parados”. Les realizo el test de Capurro para confirmar la edad gestacional, la que era de 36 semanas.
La sala de partos estaba inundada de risas y alegría ya que todo había salido bien: los niños gozaban de excelente vitalidad y la madre estaba contenta con sus dos varones. Por la rapidez con que se dio todo, no llegaron ni el ginecólogo ni el pediatra, así que luego de atender a los dos niños me dispuse a realizar el alumbramiento (la salida de la placenta).
Cuando me acerco a la señora, me llama la atención el tamaño de abdomen que aún conservaba. Realizo un tacto, y esta vez mis dedos chocan contra una cabeza… ”Hay otro” fue lo que atine a decir. Inmediatamente las reacciones de los que estaban en sala de partos fueron de lo más diversas: las enfermeras pensaban que era una broma, la madre pedía que le hicieran una ecografía… A los pocos minutos asomó su cabeza Alfredo, como preguntando el por qué de tanto alboroto. Se había burlado de las ecografías no queriendo darse a conocer hasta último momento. Era tan vital como sus hermanos y pesó 2050 grs.
Quise compartir con ustedes esta experiencia de vida, inolvidable para todos los que estuvimos allí y reflexionar una vez más acerca de la sabiduría de la Naturaleza, a la que a veces, simplemente por impaciencia, no dejamos actuar.
Agradezco a las enfermeras que colaboraron en el nacimiento: Rosalba, Natalia y Gabriela. Mi agradeciemiento también a Alicia, quien sin saberlo, con su mirada tranquila y pausada voz me dio la oportunidad de ayudarla a traer a sus tres hijitos al mundo.
ELIZABETH de HEGEDUS
Partera