El sueño es una de las temáticas más recurrentes entre los papás de bebés. Por este motivo, en este espacio intentaremos aclarar o, por lo menos, responder a tres de las preguntas más frecuentes dentro de este gran tópico.

El sueño es una de las temáticas más recurrentes entre los papás de bebés. Por este motivo, en este espacio intentaremos aclarar o, por lo menos, responder a tres de las preguntas más frecuentes dentro de este gran tópico:

A) ¿Cuándo el sueño de un bebé pasa a considerarse un trastorno?

B) ¿Cuáles pueden ser las causas que llevan a un bebé a tener este tipo de trastorno?

C) ¿Cómo podemos ayudarlo a superar estos trastornos?

A) Durante los primeros meses de vida, el ciclo sueño-vigilia está íntimamente relacionado con las necesidades básicas, particularmente con la alimentación. No obstante, existen otras fuentes de displacer como: la temperatura ambiental, los dolores específicos, la sed…

En los primeros tres-cuatro meses de vida, los bebés se despiertan para satisfacer necesidades básicas como: alimentarse, y se vuelven a dormir cuando se encuentran satisfechos. Y es que el hambre provoca una tensión interna que repercute despertando al bebé. 

A partir de los 6 meses es esperable que el bebé comience a espaciar sus despertares nocturnos, y por lo tanto, se prolonguen las horas de sueño durante la noche llegando a dormir entre 10 y 12 horas.

Se considera la existencia de trastornos en el sueño del bebé cuando, luego de los 6 meses, tiene dificultades para conciliar el sueño y se despierta en varias oportunidades en la noche. Estos despertares se caracterizan generalmente por estar acompañados de llantos, gritos y agitación. A lo que se suma la necesidad de la presencia de un adulto para volver a dormirse. En casos menos frecuentes, el bebé se despierta pero permanece calmo, mirando un elemento fijo. A este suceso se le denomina “insomnio calmo o silencioso”.

Para afirmar que nuestro bebé sufre de trastornos del sueño debemos tener en cuenta: 

-la duración de los despertares permanentes (para que exista debe ser una situación recurrente durante varias noches de la semana por aproximadamente tres meses)

-Intensidad 

-Signos que acompañan el despertar.

Esta problemática no sólo genera trastornos en el sueño del bebé y sus padres sino que además, suele despertar reacciones de mucha irritabilidad, hostilidad, y enojo que repercuten en el vínculo padres-hijo. Los padres suelen vivir estas manifestaciones como verdaderas pesadillas, ya que la intimidad de la pareja, los proyectos familiares y demás actividades en conjunto se ven, en varias ocasiones, perjudicadas.

B) El patrón sueño-vigilia está determinado por la interrelación entre una base neurobiológica y el modo característico de respuesta de la madre a las necesidades biológicas y emocionales. Por lo tanto, un lactante puede despertarse debido a: 

1-Afección orgánica

2-Fallas en el condicionamiento del dormir

3-Trastornos psico-afectivos, desajustes en el vínculo madre/hijo.

Son múltiples las situaciones en la vida de un bebé que pueden generarle una tensión interna que desencadene en “explosiones” nocturnas, dificultando la posibilidad de relajarse y desarrollando así una “lucha contra el sueño”.

Entre la gran variedad de situaciones, podemos nombrar aquellos casos de niños que están hiperestimulados, por estar rodeados de un exceso de gente encargada de cuidarlos, exceso de actividades, de ruidos. Además de la tendencia por parte del adulto a controlar y dirigir intrusivamente las actividades del niño. Muchas veces esta necesidad de ver a un bebé “activo, vivo, precoz” parte del deseo de ahuyentar inseguridades o depresiones que pueden estar latentes en el adulto. 

En el otro extremo podemos encontrar situaciones de hipoestimulación, donde los cuidados del bebé se realizan casi en forma mecánica y operatoria, ya que la mamá o quien esté cumpliendo dicha función, está muy preocupada por otros temas y no tiene fuerza para estimular la crianza del bebé, y no logra sintonización con él. En estos casos predomina una atonía afectiva que produce insatisfacción en el niño. 

Conflictos no bien resueltos por parte de los padres, también pueden estar influyendo en esta problemática del sueño. En ocasiones los padres viven la separación como traumática, y separarse del hijo de noche remueve núcleos conflictivos.

La pasividad del dormir, está asociada para algunos padres, con el temor a la muerte: “¿estará respirando?”, “hace rato que está durmiendo, fijate si está bien”, entonces entran al cuarto del niño infinidad de veces para corroborar que su hijo esté vivo. Este temor latente, se hace presente, y los padres “necesitan” señales de vida.

C) Dormirse implica separarse, separarse de mamá y papá, y también de un cierto ambiente rodeado de sonidos, voces, luces, etc. Dormirse implica entrar a “otro” escenario, el escenario de la noche y del sueño, donde hay una pérdida del control que ejercemos durante el día, y donde la noche suele estar asociada con la aparición de algo siniestro.

Paulatinamente se va cerrando el telón del día para dejar que aparezca una nueva escena: la del sueño, en donde se observa mayor oscuridad, menos ruidos, menos gente, mayor soledad. Serán los padres los encargados de ayudar al bebé a ir cerrando ese telón, para ponerle fin al estado de vigilia.

Para entrar a la escena del sueño se necesita: 

– que el bebé pueda relajarse

– retirar la investidura del mundo, empezar a estar sólo consigo mismo

– capacidad para estar a solas (un aspecto a destacar: lo que sucede durante la noche no lo podemos separar de lo que sucede durante el día, es decir, que si un niño no ha obtenido la capacidad para estar a solas durante el día, difícilmente pueda dormirse sólo en la noche.) Si el bebé o niño pequeño se duerme, por ejemplo: mirando tv, o por agotamiento tirado en un sillón, no está adquiriendo la capacidad de estar a solas y relajado, de tolerar un cierto vacío. Todos éstos aspectos centrales no sólo para poder conciliar el sueño, sino también para la estructuración psíquica del niño, fundamental para la adquisición de la seguridad interna, de la autoestima y de los cimientos para la salud mental.

Son diversas las formas que uno como padre o madre puede utilizar para ayudar al bebé a adquirir las capacidades necesarias para ir cambiando paulatinamente de escenario:

– mecerlo

– cantarle una canción de cuna

– contarle un cuento 

No debemos confundir estos rituales con “malcriar” al niño y generarle “mañas”, sino todo lo contrario, significan responder adecuadamente a las necesidades emocionales del pequeño, además de favorecer un momento de encuentro íntimo en la díada.

Existen investigaciones internacionales y nacionales acerca de la relación entre estos rituales y el sueño, y justamente, se ha concluido que, por ejemplo, las canciones de cuna (con la presencia del adulto y la utilización de la voz y del componente rítmico), poseen un efecto positivo sobre el sueño del niño. 

A pesar de las consideraciones anteriores, nosotros como padres, deberemos evaluar cuándo estos rituales cumplen la función de ser transicionales, (preparando al niño para pasar del estado de vigilia al estado de sueño), y cuándo se convierten en un pretexto para evitar la separación de sus padres (pide millones de cuentos, que lo sigan meciendo, cantándole, etc).

Por último me parece importante destacar que los trastornos de sueño, no son hábitos mal aprendidos que hay que “disciplinar”, sino algo que surge desde el entramado de lo constitucional del bebé, junto con las características del vínculo familiar y ambiental, y todos estos aspectos nos van señalando cómo se va perfilando el desarrollo psíquico de un niño.

Si persisten dificultades en ésta área es importante que los padres sepan que se puede consultar con un profesional de la salud mental, y no dejar pasar el tiempo pensando que algún día “aprenderá a dormir mejor”. Todos se verán beneficiados, tanto el bebé como los padres, y la noche volverá a ser noche…..

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