Un niño no bloquea el flujo de creatividad que fluye en su vida. Lo único que puede comenzar a limitar su poder creativo, son sentimientos de temor y prejuicios.
Por desgracia, la mayoría de las veces es el mundo emocional del adulto el que influye en nuestros hijos, su mente se encuentra tan abierta como sus ojos, como se dice comúnmente: un niño es como una esponja. El niño vive en el mundo de la fantasía, es ahí en donde nacen las grandes ideas. Probablemente fue un niño el primero que soñó que volaba, que escuchaba música venida del cielo. Un niño cree en las hadas y en las alfombras mágicas. Un niño es un explorador innato. El ser humano constantemente pregunta el por qué de la vida.
El niño posee el don de la imaginación. Puede ver cosas que no están ahí. Es capaz de crear en su mente el tipo de mundo en el que desea vivir. Cada niño se mira a sí mismo como si fuera muchas personalidades diferentes: bombero, cajero, albañil, doctor, maestro, abogado, actor, escritor, cantante…
El pequeño responde con frescura y sinceridad. Sinceridad que muchas veces sancionamos los adultos, incluso sin darnos cuenta. El mundo siempre es nuevo para él, y está lleno de magia y aventuras. El niño se emociona y le da la entusiasta bienvenida a cada nuevo descubrimiento que hace día con día.
Un niño cree que puede llegar a ser o hacer cualquier cosa, no ha aprendido todas las razones por las que las cosas no se pueden lograr… y quizá sí se puedan algún día. Pasa por alto los obstáculos porque los niños no saben que existen. Para un niño todo es posible.
Los niños tienen mucho que enseñarnos acerca de la creatividad. Es nuestro deber como educadores y como padres desarrollar y estimular su habilidad creativa e inquisitiva en sus primeros años de vida. Estudios de psicología, pedagogía y neurociencia han demostrado que la etapa preescolar (3-7 años), es vital para el desarrollo del lenguaje, la socialización, la habilidad para organizar el pensamiento, la capacidad para resolver problemas y tomar decisiones, la curiosidad que hace investigar, descubrir y sacar conclusiones. Los niños se mueven, se desplazan y se aventuran y así, construyen poco a poco su personalidad, que en un futuro marcará sus vidas. Ser natural y espontáneo es la regla.
Hay un sinnúmero de actividades que ayudan a estimular y a desarrollar la creatividad, tales como pintar, escribir, aprender a tocar un instrumento musical, actuar, visitar museos y sitios históricos, apreciar otras culturas y costumbres, etc., y en general, fomentar aquellas actividades que expandan la comprensión del mundo que nos rodea. Estas actividades alimentan la mente con información que necesitamos para estimular al máximo nuestro potencial interior, y también nos permitirá desarrollar y fortalecer el hemisferio creativo del cerebro que solemos ignorar u olvidar en múltiples ocasiones.